viernes, 9 de marzo de 2012

CARTAS A UN JOVEN NOVELISTA DE MARIO VARGAS LLOSA

Cartas a un Joven Novelista es un breve ensayo de Mario Vargas Llosa escrito en forma epistolar y dirigido a alguien que tiene ilusión por comenzar su carrera de escritor. Escrito huyendo de la pedantería y la grandilocuencia que muchos escritores usan para poner de relieve sus ideas en forma compleja, está escrito en una prosa fácil y atrayente que contagia su devoción por la literatura.

En este ensayo el autor establece unos "requisitos" que, en su    opinión,  debe tener todo aspirante a escritor, y establece la diferencia entre esta aspiración y la vocación de escritor, subrayando que es una tarea absorbente y plena, no una dedicación de unas horas por entretenimiento. Hace hincapié en la idea de que todo escritor es un rebelde que escribe para contrarrestar la realidad vivida y, a manera de un demiurgo, crea su propia realidad contenida en la historia que escribe, razón por la cual han estado tan perseguidas las novelas en regímenes totalitarios o en la Inquisición española. Porque la ficción no es el retrato de la Historia sino aquéllo que no sucedió y precisamente por ello debió ser creado por la imaginación y las palabras para aplacar las ambiciones que la vida verdadera era incapaz de satisfacer.

El autor reflexiona sobre "los posibles peligros" que conlleva el juego de la literatura. Porque quien mediante la lectura vive una gran ficción, regresa a la vida real con una sensibilidad mucho más alerta ante sus limitaciones e imperfecciones, ya que aquellas magníficas fantasías le hacen ver el mundo real, la vida vivida, infinitamente más mediocre que la vida inventada por los novelistas y ésto genera una rebeldía frente a la autoridad, las instituciones o las creencias establecidas.

Expone su idea de que el lugar de dónde salen las historias de un novelista es de la propia experiencia. Nadie puede escribir de algo que no sabe, que no ha experimentado en su vida o en distintos momentos de ella de una manera u otra. Esa es la fuente de la inspiración de todo escritor. Luego, a partir de esa materia prima, el novelista elabora dicha experiencia y a través de la imaginación y el conocimiento va urdiendo la trama para sus historias. Por eso, el novelista no elige sus temas sino que es elegido por ellos. Para escribir sobre algo debe haberlo vivido primero. En eso consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas.

Sigue hablando del fondo y forma de la novela y su inseparable trabazón. La separación entre fondo y forma es artificial, sólo admisible por razones expositivas y analíticas, y no se da jamás en la realidad, pues lo que una novela cuenta es inseparable de la  manera como está contado. Esta manera, la forma de contar, es lo que determina que la historia sea creíble o increíble, tierna o ridícula, cómica o dramática, no la historia en sí misma, sino las palabras con las que está contada, ésto sería el poder de persuasión de la novela, su habilidad para hacernos real la historia y que no solamente la encontremos aceptable, sino que la podamos vivir mientras la leemos.

Pero no sólo por el hecho de tener un autor se hallan las novelas unidas a la vida verdadera; también porque si ellas, en lo que inventan y realatan, no opinaran sobre el mundo tal como lo viven sus lectores, para éstos una novela sería algo remoto e incomunicable: jamás tendría poder de persuasión, nunca podría hechizarlos, seducirlos, convencerlos de su verdad y hacerlos vivir lo que les cuenta como si lo experimentaran en carne propia.
Continúa Mario Vargas Llosa desgranando su lección sobre cómo escribir historias cuando habla de que la eficacia de la escritura novelesca depende de dos atributos: su coherencia interna y su carácter de necesidad. Esto es, la historia de una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquélla incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir. En cuanto al carácter de necesidad, podríamos hablar mejor de estilo. Los estilos fracasan porque no los sentimos necesarios; nos damos pues cuenta de que las historias contadas de otra manera, con otras palabras serían mejores. No ocurre así en las historias que cuentan los grandes novelistas o contadores de cuentos como Borges, Faulker o Isak Dinesen. Esa perfecta integración entre fondo y forma es lo que constituye el atributo de necesidad que tiene una escritura creadora.

Nos remite a continuación el autor a la variedad de problemas o desafíos que debe hacer frente quien se dispone a escribir una historia como el narrador, el espacio, el tiempo y el nivel de realidad, las mudas y el salto cualitativo, las cajas chinas, el dato escondido, los vasos comunicantes y los aclara paso a paso poniéndo múltiples ejemplos de obras que son conocidas pero que, a la vez, son también sus favoritas haciendonos seguir así una interesante incursión por grandes novelas de todos los tiempos.

Cartas a un Joven Novelista es un ensayo ameno y didáctico no sólo para aquél que tenga aspiraciones literarias porque como dice Mario Vargas Llosa al final del ensayo, la única manera de hacer realidad esta intención es empezar a escribir,  sino para todo el que sea amante de la literatura y que se pregunte qué hay detras de las historias que tanto le gusta leer.