jueves, 17 de diciembre de 2015

LA ROMANA DE ALBERTO MORAVIA

¿En qué está el parecido entre esta novela cumbre del neorrealismo italiano de la posguerra y, por ejemplo, las ficciones picarescas del caballero Andrea de Nerval o del filósofo Diderot? No en el erotismo, pues en La Romana, aunque Adriana, la protagonista, hace el amor con mucha frecuencia, tanto por motivos profesionales como personales, el sexo no aparece con los ropajes prestigiosos y excitantes que el género exige, sino como un quehacer más bien deprimente, en el que se manifiesta lo peor de los hombres y las mujeres del mundo ficticio: la violencia de Sonzogno, las obsesiones edípicas de Astarita, la frigidez de corazón de Jacobo y el espíritu venal de Gisela.

La semejanza reside en la estructura, en la técnica narrativa y en las convenciones que debe aceptar el lector para leer con provecho la novela. La forma prototípica de la ficción libertina es la del testimonio autobiográfico. Como el personaje de Moravia, el o la protagonista de aquellas novelas refiere las aventuras galantes de las que fue beneficiario o víctima. Y lo hace siempre con la misma prolijidad que Adriana. Cierto que éste es, asimismo, el formato acostumbrado de la novela picaresca del Siglo de Oro -el monólogo del pícaro escribidor- pero La Romana es más dieciochesca que picaresca porque en ella se piensa más que se actúa. Al igual que sus dos famosas congéneres, Justine y Juliette, concebidas por el divino marqués en un torreón de La Bastilla, Adriana abunda más -se diría goza- en la reflexión y el filosofar sobre aquello que le sucede, que en el relato de aquellas ocurrencias (ésto es lo que hace el pícaro). 

Ello imprime a la novela una lentitud que sería fatigosa si no estuviera interrumpida, de tanto en tanto, por episodios melodramáticos, de intensa carga persuasiva, que hacen vibrar el relato, como la emboscada de que es víctima Adriana en Viterbo, la delación que perpetra Jacobo o los robos que la prostituta comete, no por codicia o necesidad sino para confirmarse a sí misma su deterioro moral. Estos robos así como el extraño placer que Adriana siente cada vez que recibe dinero por hacer el amor, dan al personaje unos ribetes más complejos y enrevesados de los que ella, según su testimonio, cree tener.

La comparación con una novela dieciochesca se impone sobre todo porque, como La Religiosa o Justine, La Romana sólo es creíble para el lector que renuncia a la ilusión realista y se adentra en sus páginas dispuesto a vivir una fantasía literaria, una ficción-ficción. La apariencia de la anécdota es realista: chirría a tinta y papel, desafina a buena literatura todo el tiempo. Esta es la convención que el lector debe aceptar. Esta muchacha de veintiún años, pueblerina, sencilla, ignorante, ingenua, se cuenta con una solvencia de académica y sin violentar las buenas maneras gramaticales ni una sola vez; es una fina observadora de la conducta propia y ajena y capaz de hurgar hasta en los vericuetos más íntimos de la psicología de las gentes. 

No hay que ver en ello una contradicción que privaría a la novela de poder persuasivo. Hay que entenderlo como un caso de novela que, en vez de la convención "verita" del lenguaje, propone otra, la "culta", tal como lo hacían los novelistas (también ellos se creían realistas) del Siglo de las Luces. En ese mundo ficticio, que no es el nuestro, imperan otras reglas de juego y debemos aceptarlas como un elemento ficticio más de ese mundo de ficción. A las reminiscencias dieciochescas, se añade en la novela la conciencia social del intelectual comprometido del siglo XX. La mezcla es típica de Moravia. Hay en él un escritor fascinado por el sexo y sus laberintos, que pudo ser un "libertino" contemporáneo, como intentó serlo Roger Vaillant, pero que nunca lo ha sido del todo. Porque aunque el sexo es la atmósfera de su mundo ficticio, siempre está tenido a raya e instrumentalizado para configurar una visión crítica y problemática de la sociedad.

La Italia que el libro finge representar es la del fascismo ("era el año de la guerra de Abisinia"), un país pobre, sórdido y deprimido, de movimientos clandestinos y siniestras oficinas públicas dónde, al entrar, los usuarios deben hacer el saludo imperial. La política no ocupa el centro de la acción porque Adriana no entiende nada de política ni se interesa por ella, pero es su contexto imprescindible. Dos de los amantes de la protagonista, por lo demás, están sumergidos hasta el cuello en la actividad política: Astarita, funcionario de la seguridad del régimen y Jacobo, militante antifascista. Lo mejor de todo, sin embargo, no es la visión sombría y desesperanzada que traza de una época, sino la galería de seres humanos que desfilan por sus páginas. Pese a ser convencional y sin aristas, hay en la resignación de Adriana a su suerte y en su pasión por Jacobo una oscura grandeza. Fuera de ella ninguno de los personajes es digno de admiración, ni siquiera de respeto. Pero todos son interesantes y están estupendamente bien cincelados y diferenciados.

La maestría de Moravia en los retratos psicológicos alcanza en esta novela, al igual que en Agostino y el Conformista, su punto más alto. Dos de los personajes, sobre todo, impresionan de manera muy gráfica por su retorcimiento y violencia: Sonzogno, el asesino, en el que la necesidad de hacer daño aparece como un instinto irresistible, una especie de mandato celular, y Astarita, el más logrado del libro, ser tortuoso y débil, cerebral y apasionado, que sin duda ejerce su oficio con asepsia quirúrgica. Que ambos mueran al mismo tiempo, y uno por culpa del otro, es un atisbo de que, a pesar de su grisura, aquel mundo no está totalmente dominado por el mal.

Otro personaje muy bien diseñado es la madre, aunque el tipo aparezca con frecuencia en las películas y novelas del neorrealismo italiano. En ella se hace patente una convicción antirromántica. La de que la pobreza no espiritualiza ni sublima al ser humano; más bien lo encallece y degrada. Las estrecheces y rudeza de la vida han hecho de la madre de Adriana un ser frío y amoral, tanto o aún más que Gisela. Si empuja a su hija a la prostitución no es por malvada; la experiencia le ha enseñado que todo vale a fin de conseguir aquella seguridad y comodidades que nunca tuvo. Ser mecánico, absorto en una rutina casi animal, hay algo  en la manera de ser de la pobre mujer que nos enternece y nos espanta, una especie de acusación. El autor ha conseguido, en la inercia amarga y rencorosa de la madre de Adriana, un admirable símbolo de las iniquidades sociales.

Jacobo, en cambio, es más borroso y menos persuasivo. No sólo por sus inhibiciones y desánimo vital, sino por esquemático. Hijo de burgueses, intelectual, paralizado por contradicciones que quieren reflejar las de su clase, de una debilidad que hace de él primero, un indeciso y luego un traidor, su suicidio tiene demasiadas resonancias alegóricas para conmover al lector. Quien se pega el tiro, en ese hotelillo perdido, no es un ser concreto sino una abstracción ideológica.

No deja de sorprender que La Romana fuera un libro polémico y que provocara tanto escándalo al aparecer. Los episodios sexuales, salvo una que otra rápida excepción son bastante anodinos, y Adriana, la narradora, aunque ejerce el meretricio, luce una moral severísima y conformista a más no poder. La única audacia es la amarga amoralidad de la madre, poco menos que testigo presencial de los encuentros de su hija con sus clientes (o amantes como los llama Adriana en su educado lenguaje).

Cuesta trabajo, en todo caso, imaginar que fuera este detalle marginal a la historia el que atrajera todas las consideraciones que durante algún tiempo, dieran a La Romana la aureola de libro maldito.

viernes, 11 de diciembre de 2015

LAS BOSTONIANAS DE HENRY JAMES

Las Bostonianas se considera una de las mejores obras de Henry James, lo cual no es baladí teniendo en cuenta la enorme producción del escritor estadounidense.

Esta novela se centra en las peripecias de dos mujeres, habitantes de la ciudad a la que hace referencia el título, que se dedican en cuerpo y alma a la causa naciente del feminismo político. La mayor, Olive Chancellor, es una estricta luchadora que no tiene otro objetivo que reivindicar su causa hasta las últimas consecuencias; su pupila, Verena Tarrant, es una joven inocente con vehemente don para la oratoria. En sus vidas se cruza Basil Ransom, primo lejano de la primera que, procedente del recién derrotado Sur, llega a la próspera Boston para tratar de abrirse camino como hombre de leyes.

Como es obvio, la concepción tradicional del rol de la mujer que tiene el joven chocará muy pronto de forma brutal con las ideas de su prima; sin embargo, la opinión de Verena sobre el sureño no será tan crítica.

James consigue mostrar con su sutileza habitual la relación íntima de las dos mujeres, jugando con la posibilidad de un amor que se insinúa de manera muy velada (el libro se publicó en 1886). La unión entre Olive y Verena comienza siendo de carácter intelectual, aunque muy pronto la pasión de la joven hace sucumbir a la mayor ante la vehemencia de los sentimientos. Esta dualidad es la que sirve de base al conflicto de la novela, ya que el personaje de Basil Ransom es el desencadenante de las discrepancias entre las dos mujeres al ponerlas en el brete de confrontar su concepción del compromiso ideológico.

Mientras Olive se erige en defensora acérrima de un total enfrentamiento con el sexo opuesto, Verena es partidaria del entendimiento y "la conversión" al credo feminista. El amor entre las dos protagonistas (sea de índole amistosa o de mayor alcance) se contrapone a la pasión furiosa de Basil, que se enamora de Verena aún siendo consciente de que sus ideas le alejan de ella. El se convierte así en el personaje más interesante del libro, ya que su mentalidad conservadora se opone sin descanso a los proyectos de ambas mujeres, consiguiendo desesperar a Olive y trastornar a Verena, como el final de la obra pone de manifiesto.

La grandeza de Henry James es la de ofrecer al lector diferentes modelos de compromiso feminista, encarnados en otras tantas protagonistas. Olive se perfila como la luchadora inflexible, una persona cegada por sus ideales e incapaz de comprender que su aplicación práctica debe acomodarse a razones sociales; sin embargo, ella misma está cargada de prejuicios y de estereotipos, y es incapaz de aceptar sus contradicciones. Verena es, por el contrario pasional: una mujer emocional y expansiva que cree en aquello que defiende, pero que entiende la vida como un campo de experimentación dónde sus tesis son sólo un componente vivencial más.

En un segundo plano tenemos a personajes que aparecen menos, como la doctora Prance, una joven de carácter austero que, aún compartiendo las ideas de Olive, no acepta que el compromiso ideológico esté reñido con una satisfacción y realización personales; su independencia y su inteligencia la alejan de cualquier extremismo, haciéndola así un ejemplo de honestidad y sentido común.

La señora Birdseye, una suerte de mentora de Olive, representa la abnegación absoluta en favor de un ideal; su compromiso es tan extremo como el de Olive, pero de carácter puro y honesto: no espera ningún tipo de recompensa y acepta con dulzura la evidencia de que no será capaz de convencer a todo el mundo, si bien se conforma con "extender" sus creencias en la medida de sus fuerzas.

Todas estas mujeres están retratadas con maestría y sutileza, con esa habilidad que gastaba James a la hora de componer personajes de una hondura sin parangón. Incluso la conclusión, un tanto predecible, está tejida con una humanidad que pocos escritores alcanzan. Sin duda alguna  Las Bostonianas es una de las grandes novelas de Henry James, lo cual es casi como decir que es una novela imprescindible. 

viernes, 4 de diciembre de 2015

EL SUEÑO MÁS DULCE DE DORIS LESSING

Esta monumental obra parece surgir de una doble mixtificación. Después de su autobiografía, la novelista decide cambiar de registro y opta abiertamente por la autoficción cuando su mirada retrospectiva alcanza años de los que todavía quedan supervivientes, con el sano propósito de "no perjudicar a personas vulnerables". Pero en cuanto al tiempo del que se trata también se nos advierte de que el protagonismo de los idealistas años sesenta, compartido aquí con los malvados setenta y los codiciosos ochenta, no impide que aparezcan incorporados acontecimientos posteriores. Ello le da al Sueño Más Dulce tanto una dimensión nostálgica como una vigencia de actualidad que hace de este texto uno de los más ambiciosos y logrados de Doris Lessing.

El Sueño Más Dulce resulta tan caudalosa de personajes como una novela río, una auténtica novela red en la que conviven figuras admirables de múltiples procedencias y edades. Es, sin duda, una obra política, escrita desde la doble experiencia de quien perteneció al Partido Comunista inglés y fue activista anti-aparheid en Rhodesia y Sudáfrica. La escritora no escatima sus críticas contra el estalinismo, la gauche divine, las organizaciones internacionales y sus parásitos que se enriquecen a costa del Tercer Mundo; la ideología como coartada y la corrección política, de la que se dice que "no es más que una pequeña muestra del imperialismo yanki".

Precisamente por esto  último, leyendo El Sueño Más Dulce viene a la memoria el famoso libro de Robert Hughes: La Cultura de la Queja, de 1993. Pero también esta referencia parece oportuna en lo que esta obra tiene de novela costumbrista, en especial de descripción perfectamente vigente hoy en día del conflicto entre generaciones, que ya había sido tema de The Summer before the Dark y The Diaries of Jane Somers y esta percepción cala magistralmente en el lector al revelarse las contradicciones mediante la convivencia en una vieja mansión londinense de una heterogénea familia nacida en torno a Johnny Lenox y su primera mujer, Frances.

El es un protagonista caracterizado por su absentismo, la diana contra la que apuntan los dardos más acres de la autora. Este "comunista de carrera", "loco egoista" que "jamás había trabajado de verdad", deja a Frances al frente de una comuna que él mismo puebla de "la progenie del camarada Johnny", compuesta de sus otra mujeres, de los hijos de éstas, de correligionarios y transeuntes, ante la mirada atónita de su madre, la propietaria de la casa, Julia von Arne, una alemana nacida en 1900 que se enamora del diplomático Lenox en 1914 y se casa con él cuando es ya un mutilado de guerra.

La muerte de la anciana Julia, a la que su hijo menospreciará como enemiga de clase, se narra en detalle y cobra un fuerte protagonismo, compartido con la indiscutible figura central de la novela -que no es otra que Frances- una hijastra de Johnny, Sylvia, acogida por la propia Frances, que también recibirá en su comuna a la madre de ésta, y con ella entra en la novela un nuevo escenario, el Africa de la descolonización, el caos y los sátrapas corruptos como el presidente de la imaginada república de Zimlia, Mathew Mungozi, alguno de cuyos ministros fue huésped en la casa de Julia y Frances, como también lo serán dos huérfanos del sida que Sylvia se lleva a Londres desde su hospital africano.

Doris Lessing que no se recata en criticar el feminismo como ideología sustitutoria erige, frente al fantoche de Johnny, un triple monumento a la Humanidad en estas tres figuras inolvidables pertenecientes a tres generaciones sucesivas, Julia, Frances, Sylvia en las que encarna un nuevo mito, muy de los años sesenta, el de la madre sustituta, o más bien "madre tierra" como se decía, que "componían una red de educadoras, de educadoras neuróticas" pero imprescindibles.

jueves, 3 de diciembre de 2015

LAS TRIBULACIONES DEL ESTUDIANTE TÖRLESS DE ROBERT MUSIL

Las Tribulaciones del Estudiante Törless se enmarca en un género tan clásico como es el de las novelas de aprendizaje, aunque las diferencias con éstas sean, precisamente, las que dotan al libro de un aire específico muy interesante. Robert Musil escribió esta obra a principios de siglo, en 1906, quizá desgranando sus propios recuerdos tras el paso por una academia militar en su juventud.

La novela nos presenta al joven Törless, hijo de una familia acomodada que estudia en un instituto para jóvenes adinerados. Rodeado por muchachos despreocupados y ociosos, el protagonista sufre una hipersensibilidad, fruto de su carácter sentimental y abstraído, lo cual provoca que sus relaciones con su círculo más íntimo (compuesto por los chicos más rebeldes y carismáticos) sean complicadas. El abuso que sus dos compañeros más cercanos Beineberg y Reiting, ejercen sobre Basini, otro alumno al que descubren robando dinero, es la prueba definitiva para que Törless de rienda suelta a sus emociones más reprimidas e incomprensibles. 

La atracción por Basini (en un principio muy abstracta, después sensual, y, al final, puramente intelectual) le sume en un pozo de perplejidad: el conocimiento que tiene del mundo se ve socavado por los comportamientos que observa a su alrededor, y que juzga como carentes de lógica. La turbación a la que se ve sometido le lleva a una nueva toma de posición respecto al mundo, haciendo así que el joven experimente un proceso de madurez bastante acelerado. El narrador lo describe así:

"Sí, existen pensamientos muertos y pensamientos vivos. El pensamiento que se mueve en la superficie alumbrada por los rayos del sol, que siempre puede referirse al hilo de la causalidad, no tiene por qué estar vivo. Un pensamiento que quizá ya había atravesado nuestro cerebro hace mucho tiempo solo cobra vida en el momento en que se le suma algo que ya no es pensamiento, que ya no es lógico, de modo que sentimos su verdad más allá de toda justificación".

Como puede observarse en este pasaje, la prosa de Musil no es en absoluto sencilla o directa. De hecho, Las Tribulaciones del Estudiante Törless es una obra muy psicológica, al estilo de la trilogía de Los Sonámbulos de Hermann Broch. El narrador de la novela es reflexivo, y sus percepciones discurren mucho más allá de los límites del pensamiento del protagonista o de los otros personajes.

La entrada en la madurez del joven Törless es dolorosa y carente de racionalidad: su asunción del sufrimiento como hecho adulto no le convierte en alguien mejor, sino distinto. No hay crecimiento en un sentido moral, ya que su visión del mundo continúa estando llena de perplejidad; se siente diferente, mayor, pero su comprensión de este acontecimiento es confusa y los pasos que ha debido dar hasta alcanzar ese nivel no le han servido para afrontar mejor la vida que sobrevendrá. 

Törless ha experimentado una madurez psicológica (en tanto que reflexiona sobre los sucesos que acontecen en el instituto) que, paradójicamente, no le conduce hacia un autoconocimiento más profundo, sino hacia una incertidumbre total acerca de todo lo que le rodea. Quizá el gran acierto de Musil sea plasmar esa contradicción tan frecuente mediante una historia oscura y unos personajes alejados de estereotipos, aunque su estilo convierta la lectura en un periplo bastante arduo.

El narrador no hace concesión alguna a la claridad y se esfuerza por plasmar en palabras la aridez de unos sentimientos que no por habituales son menos complejos, por lo que hay pasajes que pueden ser muy enrevesados.

Pese a este detalle, es un ejercicio intenso el acercarse a esta obra tan llena de matices. Un trabajo, por cierto, que resulta mucho más placentero dado el esmero que ha puesto el autor en la prosa estilizada y rica de la novela.

jueves, 19 de noviembre de 2015

ESTA HISTORIA DE ALESSANDRO BARICCO

Me dejé llevar por el corazón, por un extraño imán, por alguna clase de sortilegio, por el destino, hacia las páginas de la novela, y en ellas encontré la calma. La misma que me han dado otros narradores europeos como Isak Dinesen, una calma placentera que sólo me da la literatura, concretamente, algunas piezas de la literatura.

Me deslumbró quedarme quieta, calmada, en paz con las palabras que escribía un italiano de nuestro tiempo, me daba confianza, serenidad, y estaba envuelta en una historia que no quería que acabase. Me alegré con sinceridad al poder encontrar sin trasladarme a los anaqueles de muchos años atrás, una historia tan bien narrada, estructurada, circular, dónde nada falta ni nada sobra, de un escritor contemporáneo nuestro, que vive en nuestro mismo mundo, en nuestra vieja Europa, ésta que nunca acabaremos de descubrir, de conocer y reconocer, dónde siempre habrá un lugar más para otra nueva posibilidad.

Si me acerqué a la novela no fue por la fama de su autor, ni por la faja que indica que es ya tercera edición, ni por la solvencia de la editorial, me acerqué porque abrí el libro y encontré palabras que acariciaban mis oídos, palabras que no perdían la belleza aunque contasen un horror, palabras que se transformaban en sonidos que resonaban en mi cabeza hora tras hora, como una melodía, palabras que tenían una textura diferente en el paladar, palabras que no venían de otra época, palabras que pulsaban la herida de la vida, de la tierra, palabras que gozaban de un porqué, de una musicalidad, de un quejido, de una esperanza.

Si me quedé y me entregué no fue por error, sino por una gracia que me concedió el destino al encontrar una prosa que me llevaba dulcemente por el ensamblaje de la historia, de esa historia de Esta Historia.

Encontrarme con Último Parri fue una dádiva que algún Dios me concedió. Último, el protagonista de Esta Historia, con su pragmatismo aplastante y su sueño, te arrastra desde niño hacia el centro mismo de la novela, te arrastra sin notarlo, más bien notas que te estás deslizando por unos raíles que sólo llegan a una estación, la estación de la buena literatura. Las horas que pasas con él, desde  mayo de 1903 a mayo de 1969, como he mencionado antes, son horas de calma, horas de sosiego, de paz, de reflexión, nada ni nadie enturbia esa confianza, ese sosiego al que se debe el orden del mundo, para que todo sea lo correcto, lo justo, lo bueno, lo merecido que Alejandro Bariccco transmite. 

Como contrapunto a esa paz, a ese saber estar en el mundo, encontramos enfrente y enlazada a la misma historia, la fragilidad de la vida reflejada en los cuerpos y las actitudes de los otros personajes y de otros lugares. Ni la singularidad de Libero Parri, ni el tarambana conde de D'Ambrosio, ni la libertad de el Talud de Tassabene, ni la magnanimidad de Gardini, ni la ambigüedad de Florence, ni la manzana de Turín, ni la tristeza agazapada en el cuerpo de la secretaria de Gardini, ni la locura y el miedo de Labinia, ni la crudeza y el terror de Caporetto, consiguen malograr el sueño de Último Parri, (el niño y el hombre de la sombra de oro), un sueño lleno de curvas y rectas infinitas, una historia dónde los pilares de los sueños y de una ilusión individual son distintivos y fuertes, dónde todo se resume en estas palabras que se repiten más de una vez en la novela: "la gente vive muchos años, pero en realidad está verdaderamente viva sólo cuando consigue hacer aquéllo para lo que nació. Antes y después no hace otra cosa que esperar y recordar. Pero no esta triste cuando espera o recuerda. Parece triste. Pero lo único que ocurre es que está un poco lejos."

Todo ello en una estructura diferente, alternativa y arriesgada, de quien cree que en la literatura todavía todo es posible, narrada por diferentes voces y personas. Alessandro Baricco conoce de cerca el arte, su valor y su poder, así como la necesidad que la vida tiene de él.

Déjense acariciar por ella, por la historia, después con el paso de los días, extrañarán a cada uno de los personajes, habrá valido la pena conocerlos, en las horas calmadas de estas tardes infinitas dónde se recupera la infancia, los placeres, las locuras, los sueños. Déjense acariciar por Esta Historia, puesto que sabrán que el día que se acerquen a ella la suerte estaba de su lado.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

CITY DE ALESSANDRO BARICCO

Entre diálogos y narraciones se nos presenta la vida de Gould, el personaje principal de la novela, que es un adolescente considerado un genio. Gould es sometido a una vida monótona, inmerso en salones de clase y profesores que sólo ven en él un futuro prometedor. Pero afortunadamente, cuenta con la aparición de Shatzy en su vida, una joven que vendrá a ser quien le cuide y acompañe en la casa, ya que Gould no vive con su padre que es militar ni con su madre que se encuentra confinada en un sanatorio, una situación compleja para un ser humano de tan corta edad. Shatzy representará en la vida del joven un punto diferente en su vida. Ella únicamente quiere que él sea feliz y normal, comportamiento que a Gould le resulta difícil de lograr.

Esta historia, se desarrolla entre los elementos conocidos de la cultura occidental como la radio, el boxeo, el western, el soccer y la vida solitaria de un niño que de alguna manera siempre se encuentra en compañía de personas ajenas. Gould cuenta con sus profesores que le aprecian: Poomerang y Diesel y con Shatzy que representa su núcleo familiar roto.

Sin temor por su futuro, que al parecer ya se encuentra decidido desde el momento en que fue descubierta su genialidad, el protagonista sabe que su destino es descubrir algo único y ganarse el premio Nobel, pero serán una serie de situaciones y razones las que harán que este joven con un futuro ya impuesto decida tomar su destino en sus propias manos para ir en busca de su posible felicidad.

Durante mucho tiempo las personas se han acostumbrado, de alguna forma, a sobrevivir en una ciudad caótica, a lidiar con todas las situaciones, acompañadas de seres humanos bipolares y con personalidades chocantes, pues bien, en la novela podemos encontrar un ser que por su condición quizá ha sido forzado a convertirse en lo que Delgado llamará un Outsider en su libro "El Animal Público", he aquí su definición: "El ser de las calles ostenta su invisibilidad y, justamente por ello, se convierte en fuente de inquietud para todo poder instituido: es visto porque se visibiliza, pero no puede ser controlado, porque es invisible." ¿Podrá Gould enfrentarse a ese espacio monstruoso llamado ciudad? Podemos intuir desde el comienzo que la situación no ha sido sencilla para él con una madre que lo rechaza y un padre poco interesado en sus sentimientos. Sin embargo, el joven siempre se verá acompañado de Poomerang y Diesel, que vendrán a representar sus alter egos, uno mudo pero que posee unos razonamientos muy certeros en el momento de criticar al que le disgusta; el otro, un ser grande y gordo que llama la atención en cualquier lugar, callado y poco inteligente pero sí muy fuerte. Nuestro protagonista pasará sus días encerrado estudiando, o por el contrario, escuchando las peleas de boxeo en la radio, sentado en el baño, única conexión con su padre. Diálogos esporádicos permiten que conozcamos un poco el pensamiento de Gould frente al abandono de sus padres.

Con muchas barreras impuestas por su mismo espacio en movimiento, Gould se encuentra incapaz de relacionarse abiertamente con otros seres humanos y aún con su exterior; él deambula por las calles observando lugares comunes como una cancha de baloncesto en una escuela pública. "Ojos en la canasta. Silencio. Elevándose sobre el suelo, la intuición carga toda la fuerza necesaria para urdir la lejanía que la separa de una posible respuesta. Tiro. Fantasía y razón. En el aire se traza la parábola lógico deductiva de un pensamiento que gira sobre sí mismo bajo el efecto de un latigazo de muñeca impreso por la imaginación".

Para el protagonista, el momento en que puede tomar por primera vez un balón en sus manos, constituye la representación de su libertad, quizás porque es desde ese instante cuando toma la determinación de apartarse del mundo que conoce y de la vida que le habían impuesto. Gould no posee una inteligencia práctica, pues no sabe desenvolverse en la ciudad; cuando va a recoger el balón casi muere atropellado por un autobús, sin darse cuenta al cruzar; pareciera que las personas así no mueren en la ciudad como los otros seres normales que tienen conciencia de su entorno.

En nuestra sociedad eres el lugar dónde vives; las ciudades buscan homogeneizar a las personas que allí viven, pero Gould sabe que para convertirse en ese ser invisible, dueño de su libertad, debe ser parte de esa homogeneidad para poder pasar desapercibido. El posee  una aparente única referencia sobre la ciudad y su comportamiento, Shatzy, quien sin problemas representa la ciudad; Shatzy realiza acciones de las que se arrepiente, pero continúa realizándolas, tiene la imaginación que sólo un transeunte constante de la ciudad podría tener, tomando en cuenta los espacios que ya existen.

Lo importante es que Gould decide convertirse en alguien común en una ciudad por voluntad propia; al sentirse un poco acorralado por su futuro decidido, simplemente se va a trabajar a un lugar de aparente felicidad eterna, Coney Island, un lugar dónde se encuentra una feria permanente, llena de juegos y niños, ve cosas que nunca pudo conocer por su situación y trabaja vendiendo tickets para subir a la noria, siempre con Poomerang y Diesel a su lado, viviendo una vida monótona pero agradable.

En la novela están la mayor parte de los estereotipos que forman parte de la cultura americana, el boxeo como elemento importante para el desarrollo de la aparente relación que existe entre Gould y su padre, una vida orientada al constante estudio como única salida para obtener un futuro brillante, el padre militar siempre alejado de casa y la madre que pierde la razón por la presión de la situación de Gould, la necesidad de crear "amigos imaginarios" quienes acompañen la soledad del joven, poder hablar con alguien sólo de soccer, tener una niñera un poco inusual, una joven que posee ideales en la vida más simples y que, finalmente desaparece entre la gente.

La constante búsqueda de sentido en la vida hace del ser humano alguien dispuesto a tener decepciones, quizá no sea el caso exacto de estos personajes, pero ciertamente ellos sufren un cambio en su ser en el momento en que son conscientes de que la vida va más allá de lo que ven sus ojos. Para Gould, lo que Delgado llama observación flotante es lo que le deja conocer un poco la ciudad al mismo tiempo que percibe su razón, desde la analogía entre el momento de encestar una pelota de baloncesto con un momento de elevación, dónde la fantasía y la razón se unen para ser motivo de consideración, y este evento se repetirá mientras el joven siga jugando con el balón; el hecho de que no sea un ciudadano común hace que su lógica no funcione de la misma forma y no perciba lo que ocurre a su alrededor como algo normal; sencillamente ese no parece ser su lugar, pero el hecho de convertirse en un ciudadano común le hace ser único en su propio lugar.

La ciudad representa un lugar diferente para cada ser humano, ella demanda comportamientos y percepciones diferentes de acuerdo a lo que seas, con Gould la ciudad pidió un poco más de lo que él podía brindarle, para Shatzy que es una mujer que se adapta a lo que le toca vivir, es sencilla; para Gould su felicidad será disfrutar su propia vida.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

PUREZA DE JONATHAN FRANZEN

Jonathan Franzen es famoso por ser el autor de dos grances novelas: "Las Correcciones" y "Libertad" que ofrecieron a sus lectores unos lentes con visión panorámica para observar la vida de la clase media estadounidense durante el cambio de siglo. También ayudaron a consolidar su reputación como uno de los escritores más talentosos de su generación. Su obra más reciente, Pureza, también es grande en cuanto al grosor y la extensión, pero es menos panorámica en sus ambiciones. Aunque su fascinante argumento, que avanza con un pie en el acelerador, pasa por la caída del Muro de Berlín, los archivos robados de la Stasi y un misil termonuclear extraviado en Texas, la novela se enfoca más en las historias de sus personajes principales: Pip, una joven californiana que está buscando a su padre, y una figura parecida a Julián Assange, un hombre ansioso por hacer que Pip trabaje para él en Sudamérica.

Los intentos de estas personas por descubrir sus identidades y llegar a un acuerdo con el enredado caos de sus vidas constituyen la médula de la novela más ágil, menos cohibida y más íntima de Franzen hasta ahora. También había familias disfuncionales en Las Correcciones y en Libertad, pero esas obras se abren hacia el exterior para intentar capturar el tenor de la época: los avariciosos noventa y los furiosos años polarizados de George W. Bush.

Las historias de Pureza a la larga se cierran con agresividad pero se abren hacia el interior. Escarban en sus psiques y enfatizan lo que parecer ser la determinación de Franzen: sienten una furia descomunal y son presa de una envidia profunda, además de emanar narcisismo y autocompasión. Las primeras páginas de la novela, dónde se presenta a Purity (o Pip como se hace llamar), sugieren depresivamente que nos quedaremos con la heroína "sarcástica y bobita" que saca a relucir la condescendencia y las peores proclividades de su creador.

No queda claro si el autor tiene la intención de que Pip sea tan odiosa al principio, quizas a manera de subvertir los temas del clásico Bildungsroman o como un acto de autosátira. Tal vez sólo está buscando el equilibrio al depender de las viejas configuraciones del sarcasmo, antes de encontrar una manera nueva y convincente.

Por suerte para el lector, el libro retoma rápidamente velocidad y matices; Pip y los otros personajes principales en breve aparecen como personas complicadas que capturan nuestra atención. Pip, quien se siente sofocada por su madre necesitada y reclusa y que se tambalea a causa de un humillante encuentro sexual, parte, como Telémaco, en busca de su padre, misterioso y ausente.

Andreas Wolf, provocador del este de Alemania y seductor de jovencitas que está escapando de las autoridades (por razones decididamente innobles) se transforma en la cabeza de una organización similar a WikiLeaks, con lo que gana notoriedad y fama internacional. Tom Aberante, quien conoció a Andreas años atrás en Alemania y sabe sus peores secretos, usa el dinero del padre adinerado de su esposa, de quien se ha alejado, para comenzar un servicio de investigación periodística.

Mientras tanto Leila Helou, una reportera ganadora del premio Pulitzer que persigue de manera implacable una gran exclusiva, se encuentra indecisa entre dos hombres: su verdadero amor, Tom, y su esposo discapacitado, Charles, que está resuelto a escribir un gran libro. Leila protegerá a Pip al hacerla su pupila y también una suerte de hija sustituta.

Franzen entrelaza astutamente estas tramas, usando grandes cucharadas de coincidencia dickensiana y múltiples giros inesperados para acumular suspenso y entretener. Después del inicio, algo forzado, la novela arranca cuando Franzen escribe con ímpetu y seguridad. A pesar del nombre de Pip y el misterio que rodea su paternidad, Pureza utiliza a Dickens y a "Grandes Esperanzas" como un punto de referencia sólo en la medida en que invoca un abanico de clásicos.

El recuento emocionalmente tangible del miserable matrimonio de Tom y su divorcio de una mujer tempestuosa llamada Anabel recuerda al "Herzog"de Bellow, mientras que las cáusticas descripciones de la danza existencial de Andreas con el sexo y la muerte, podrían llegar a parecer como si Dostoievski se vertiera a través de un filtro estadounidense.

Este tipo de pasajes jamás se sienten poco originales o artificialmente posmodernos porque todas las influencias o modelos que Franzen ha digerido se asimilan rápidamente mediante su voz. En Pureza demuestra la facilidad con que evoca mundos enteros mediante un par de golpes en el teclado: ya sea en la jungla boliviana dónde Andreas se esconde, poblada con "aves del Dr. Seuss, pavas gigantes que trepan árboles frutales" o San Francisco, donde la niebla se derrama desde las colinas como "algo que veías venir", "una temporada en continuo movimiento".

En vez de insistir en el tema de la pureza (como en los peligros de la certidumbre política, el absolutismo moral o la castidad emocional), Franzen permite que éste crezca orgánicamente a partir de una infinidad de tramas. Y en vez de ser condescendiente con sus personajes, como a veces lo ha hecho en el pasado, demuestra una aguda habilidad para retratarlos desde el interior, cuando luchan contra un cúmulo de emociones: más parecen agentes libres quienes, por lo menos, tienen un poco de voz y voto en la elección de sus destinos, que víctimas freudianas cuyos rumbos ya se han determinado mediante los disfuncionales pasados de sus familias.

Al hacer ésto, Franzen añade una nueva octava a su voz. De hecho, es probable que los lectores a quienes sus primeras obras les parecieron misantrópicas, llenas de bilis y rencor, aprecien en esta novela la habilidad con la que no sólo satiriza los impulsos humanos más oscuros y nimios, sino también captura los anhelos de sus personajes por relacionarse y empezar de nuevo... y por reconocer la posibilidad de esas esperanzas.

martes, 20 de octubre de 2015

LA ESMERALDA DE LOS IVANOFF DE ELIZABETH ADLER

El catálogo de Christies anuncia la venta de una "magnífica esmeralda" de cuarenta y cinco kilates, "sin defectos" y la identifica simplemente como "propiedad de una dama". A las pocas horas los corredores de Bolsa y los políticos más poderosos del mundo se movilizan, excitados por la inminente venta en Ginebra.

Los rumores dicen que esa joya forma parte del fabuloso tesoro de los Ivanoff, una pieza que fue vista por última vez sobre la tiara de una princesa rusa presuntamente asesinada durante la Revolución Bolchevique.

Lejos de este escenario, una anciana llamada Missie O'Brien sigue paso a paso las noticias desde un hospital geriátrico de Maryland. Ella conoce todos los secretos de los Ivanoff y está dispuesta a revelarlos, como así también el pasado que ha escondido durante tanto tiempo.

Con un argumento como el que nos ocupa, la novela no podía ser mala, había que darle una oportunidad, y me alegro de haberlo hecho, porque todo lo que se refiere a esa época me fascina.

La historia comienza cuando una princesa de la casa Ivanoff y sus dos hijos, Alexei y Xenia, intentan escapar de quienes les persiguen. Estamos en 1917, están asediados y no tienen más remedio que huir del país, junto a la niñera Missie, una joven inglesa. Eso sí, lo hacen con una verdadera fortuna en joyas. La más preciada, una esmeralda de valor incalculable.

La huida no sale, sin embargo, demasiado bien, puesto que tanto la princesa como su hijo perecen en un ataque. La niñera consigue escapar junto con la niña, se trasladan a América y allí viven sin que nadie sepa quiénes son.

El tiempo pasa, y muchos años después la costosa esmeralda sale al mercado en la casa más famosa del mundo de las subastas. No se expone a quién pertenece, solamente se indica que es de una dama.

A partir de aquí hay varios personajes interesados en la joya y en saber su procedencia: Warrender, un político norteamericano, Reese, una periodista y Valentín un político ruso.

Todos y cada uno de los personajes tienen una fuerza increíble, todas y cada una de las escenas nos llevan a un mundo maravilloso -aunque a veces doloroso-, la historia tiene tensión e intriga en grandes dosis. No se puede pedir más a una novela si esta nos traslada a paisajes sublimes y situaciones que dejan sin aliento.

Todos los lectores habrán leído sobre la Revolución en Rusia, dónde los que pertenecían a las familias nobles fueron perseguidos, acorralados e incluso asesinados. Viene a la memoria, leyendo el libro la película de Anastasia que tan maravillosamente recreaba esa época.

Siguiendo con el argumento, la nieta de los Ivanoff ha sobrevivido y se ve en la necesidad de poner en venta la esmeralda. Este hecho alerta a quienes quieren saber qué pasó con la familia Ivanoff cuando escaparon de Rusia, y tanto los servicios secretos rusos, como los servicios secretos norteamericanos, se ponen en movimiento. Para ellos es importante conocer la identidad de la dama porque creen que tendrán acceso a la enorme riqueza del príncipe Ivanoff si la encuentran.

Me han resultado especialmente interesantes los saltos cronológicos que aparecen en la narración, haciéndonos partícipes tanto del tiempo en que se pone en venta la esmeralda, como del tiempo pasado, cuando sucedieron los hechos. Pero no por esto se hace complicado seguir la lectura, es más, creo que de no haberlo hecho así la narración hubiera perdido fuerza.

Acción, intriga, tensión, muy buenos personajes, una historia preciosa, todo lo podemos encontrar en esta novela. Si como todas las novelas tiene algún fallo, pasa desapercibido y oscurecido por la influencia de una historia maravillosa.

miércoles, 7 de octubre de 2015

LA VERDADERA VIDA DE SEBASTIAN KNIGHT DE VLADIMIR NABOKOV

La Verdadera Vida de Sebastian Knight comienza como el intento de escribir una biografía acerca del personaje del título por parte de su hermanastro, V. Este Sebastian se nos revela como un escritor de éxito, autor de varias novelas complejas y extrañas, que fallece debido a una enfermedad cardíaca a los treinta y seis años. Tras su muerte, el narrador decide recopilar datos acerca de él para ilustrar el libro que le dedicará (y que llevará por título "La Verdadera Vida de Sebastian Knight"), ya que perdieron contacto cuando Sebastian se marchó a Londres.

A través de antiguos amigos y viejas amantes, V. irá formando la imagen de ese hermanastro escritor: extraño, oscuro, complejo, atormentado por su búsqueda insaciable de la imagen perfecta. Al igual que Nabokov, Sebastian cambia el ruso por el inglés y ese cambio es doloroso: le cuesta escribir Caleidoscopio, su primera novela, cuya redacción se convierte en un "tour de force" emocional (y casi físico). Ayudado por Claire, la mujer que le entregará -casi literalmente- su vida, ese primer libro representa el primer paso en pos de una expresión ideal, liberada de lugares comunes, de palabras comunes, que alcance a describir lo más profundo de una existencia.

Los libros de Sebastian parecen ser siempre la búsqueda de algo más, de la descripción de individualidades y momentos, más que de personas reales que conocieran a su hermano. De ahí que los caracteres que va encontrando a su paso -Claire, su pareja casi ideal; Goodman, su secretario mezquino y aprovechado; Helene von Graun, la amante que lo enloqueció en sus últimos días- no sean tan reales como uno podría figurarse, ni tampoco arquetipos estrictos: son casi sentimientos, actitudes ante la vida, secretos susurrados. Quizá por ese motivo el libro termina con un reconocimiento explícito de lo universal de esa búsqueda, de los lazos que unen a todos los seres y que consiguen identificarlos entre sí, haciendo de la existencia un todo que cualquiera podría percibir si la mirada se lo permitiese, como Sebastian quizá sabía y callaba.

Y de este modo llegamos a la casi identificación del narrador con su hermano, dado que la búsqueda de datos que ha llevado a cabo, probablemente, no haya sido otra cosa más que la búsqueda de sí mismo. Como la que cualquiera de nosotros, hubiera hecho o podría hacer. Como el mismo V. dice acerca de las novelas de Sebastian: "No son las partes las que importan, sino su combinación".

Con todo, no creo que ésta sea una de las mejores obras de Nabokov. Como en todos sus libros, por supuesto, hay momentos deliciosos y una prosa bellísima (elegante, a ratos sinuosa, pulcra y rica en "divinos" detalles), que impone respeto al pensar que fué la primera que el ruso escribió directamente en inglés dados los pasajes bellísimos que se pueden encontrar, sin embargo, la novela insinúa más cosas de las que resuelve, deja flecos colgando (más emocionales que argumentales) y la sensación al terminar es la de que falta algo, Aunque ese "algo" en el caso de Nabokov se reduzca a unos pocos detalles que, por sí solos, ya alumbrarían la obra de más de un escritor.

Detrás de las palabras están sus sombras. Y, efectivamente, la belleza "inexplicable" de una obra proviene de estas últimas. Sin embargo, para que esta niebla sublime y desconcertante se proyecte debió existir lo escrito, lo enunciado. La novela a la que nos referimos trata de reflejos, trata de espejismos en el espejo, cosas inasibles (el pasado de un muerto, la vida del "otro", su huella en la vida de uno mismo). 

Efectivamente, deja una sensación de lo no terminado (contrario a lo Vargas Llosa) pero por ello, precisamente es por lo que sabemos que el mago hizo bien su truco: eso que parece un error, para mí es el máximo de los logros de un artista.

jueves, 1 de octubre de 2015

ORQUÍDEAS NEGRAS DE JUAN BOLEA

Juan Bolea ha publicado diversas novelas, entre ellas podemos destacar: Los Hermanos de la Costa, 2005, La Mariposa de Obsidiana, 2006. Crímenes para una Exposición, 2007, Un Asesino Irresistible, 2009, Orquídeas Negras, 2010, La Melancolía de los Hombres Pájaro 2011, Pálido Monstruo, 2012 y el Oro de los Jíbaros 2013.

Cuando el vulcanólogo Ricardo Dax llega a la isla de El Hierro buscando un lugar lo más cercano al fín del mundo para escapar de la tragedia que lo acosa, no puede imaginar que está a punto de encontrarse con su destino: Puerto, una mujer turbadora y frágil que le arrastrará a un torbellino de pasión y muerte. Ricardo se encuentra desarrollando una misión confidencial, relativa a la elaboración del mapa sísmico del archipiélago canario y a sus probables riesgos: terremotos, tsunamis, nuevas erupciones volcánicas. Al principio es enviado unas semanas a La Palma, pero cumplidas las primeras fases de su misión, debe volar hacia El Hierro, isla en la que nunca ha estado. Allí Ricardo debe sustituir en la Sub estación a Rubén Olmo Seco metereólogo que ha tenido un accidente y está de baja. 

La estancia del joven vulcanólogo no tiene una duración establecida pero lo más seguro es que deba permanecer en la isla hasta entrado el otoño y ¡quién sabe! incluso celebrar allí el nuevo año 2010. La misión es muy interesante para Ricardo a nivel profesional, pero también en el personal, porque uno de los motivos de Dax para aceptar ha sido olvidar la muerte de su novia durante las Navidades anteriores en un accidente de moto. En El Hierro le espera Perdigón (Pepico) el guía local, que le ha buscado hospedaje, se instalaría en La Colonia, un retiro para científicos, más allá del Golfo, junto a la Montaña del Hombre Muerto, aunque la zona es solitaria (sólo tiene dos vecinos) a Ricardo le atrae la cabaña pequeña y limpia y la mezcla de soledad y naturaleza es lo que necesita en esos momentos. Tal vez sea complicado encontrar víveres o acercarse a las otras partes de la isla sin trasporte, pero, sin planteárselo mucho Dax decide quedarse en la Colonia. Pronto conoce a Fayen, un artista que se encuentra en El Hierro esculpiendo un homenaje a los antepasados bimbaches y al bosque de árboles de lava, y más tarde al profesor Abel Lambergis (su otro vecino) encargado de estudiar el lagarto de El Hierro, una especie en peligro de extinción.

Pero el encuentro que verdaderamente impresiona a Ricardo y va a cambiar su vida es el que tiene con Puerto, la hermosa e inquietante esposa del famoso director de cine Leo Cosmo. A través de ella Dax no sólo conoce al excéntrico director, sino a todos los que trabajan con él: el antiguo productor Pablo Ledesma, uno de los más destacados del país, la famosa actriz Francisca Embid, al conocido por sus papeles de Drácula y Frankenstein, Eulogio Morán; todos viven con Leo y Puerto y todos trabajan como criados para la pareja.

La atmósfera en la casa es irrespirable, la relación entre el matrimonio alcanza niveles insoportables y Leo se comporta con todos como un auténtico tirano, tal vez porque ha puesto muchas esperanzas en su nueva película y no acaba de encontrar la actriz idónea para su papel de Desdémona, o cuando parece encontrarla la matan...Dax podría alejarse si quisiera de esta claustrofóbica situación, pero no puede porque se ha enamorado de Puerto.

La novela parece mejor que Pálido Monstruo (cosa que tampoco es muy difícil) y el final sorprende porque no es el que se espera, pero no alcanza el nivel de otras novelas de Juan Bolea. Los personajes, salvo Leo Cosmo y Puerto son prácticamente planos. No consigo de ninguna manera simpatizar con Dax porque no es creíble el dolor por su novia, ni su amor por Puerto. No se siente como a una persona sino como a un personaje de cartón piedra. Tampoco me convencen ni Fagen ni el profesor Lambergis ya que son muy estereotipados.

El escenario de El Hierro que es el principal, aunque hay una parte de un capítulo situada en Madrid y otro en Bahía Drake (Costa Rica), no parece que se haya aprovechado mucho por su condición de isla pequeña y claustrofóbica. Es verdad que el ambiente de la novela se hace irrespirable, pero son algunos de los personajes quienes consiguen esa sensación que lo mismo podría darse en una ciudad de la península o en otro país.

Y por último, la trama, una historia bastante sosa que sólo se redime por el impresionante final.

LA PUERTA AL PAÍS DE LAS MUJERES DE SHERI S. TEPPER

Me apasiona la ciencia ficción cuando es rebelde, radical romántica, orgullosa de su marginalidad, lúcida, dura y amarga, utópica o idealista, implacable o insobornable. Pero siempre me ha sorprendido que esta ciencia ficción de la que hablo (no desde luego la que es conservadora y hasta reaccionaria) haya abordado tan pocas cuestiones humanas tan esenciales como las identidades de género y opciones sexuales no normativas y el pacifismo y antimilitarismo.

Incluso la ciencia ficción feminista (un subgénero construido por muchas autoras que han encontrado en él un territorio muy propicio no sólo para criticar las sociedades patriarcales existentes, sino para presentar alternativas) apenas ha cuestionado el militarismo y la violencia bélica. Quizás porque el feminismo ha tenido que enfrentar demasiadas urgencias en la vida cotidiana de las mujeres: las guerras privadas, los infiernos domésticos.

O tal vez la causa esté en algo que le ocurrió a Alice Sheldon James Jr. la escritora de Chicago que se hizo pasar durante años por autor varón, engañando a todo el mundo. Feminista, y muy sensibilizada hacia la opresión de unos pueblos y comunidades por otros, Sheldon Tiptree nunca logró librarse, sin embargo, de esta paranoia tan extendida en su país, según la cual la guerra es una necesidad ineludible para la autodefensa frente a la maldad de un presunto enemigo.

Pero hay una ciencia ficción pacifista, aunque sea minoritaria dentro del vasto océano de novelas y películas que apuestan por las batallas galácticas de éxito comercial asegurado. Más aún, hay ficciones que cuestionan a un tiempo el militarismo y el patriarcado como sistemas de poder que se refuerzan mutuamente.

Un ejemplo interesante de ello es La Puerta al País de las Mujeres. Sheri S. Tepper nació en U.S.A., Colorado, en 1929, y ha publicado también otras obras como Despertar, Hierba, la Bella Durmiente o Las Siete Margarets. La acción de la Puerta al País de las Mujeres se sitúa en un futuro postapocalíptico dónde la humanidad ha retrocedido hasta un estado de desarrollo que correspondería a nuestra Antigüedad precristiana. De hecho, el grupo humano protagonista de la historia recuerda a los personajes de La Ilíada de Homero. A la epopeya sobre el fín de Troya se hace referencia además en una pieza teatral que las mujeres de la novela representan, igual que a Las Troyanas de  Eurípides, (el dramaturgo griego que mostró allí la violencia específica que supone un conflicto bélico para nosotras, del mismo modo que Homero dijo en la Ilíada casi todo lo que se puede decir sobre la guerra).

En esa comunidad pseudohomérica mujeres y varones viven separados, ellas en ciudades amuralladas dónde se dedican a la agricultura, ganadería y cuidados, mientras ellos, afuera, tienen como ocupación básica la militar. Cada cierto tiempo hombres y mujeres se emparejan para tener hijos, que son criados por sus madres hasta los cinco años, y entonces son entregados a los guerreros.

La mayoría de los muchachos decide permanecer con los guerreros y sólo algunos "los desertores" regresan al País de las Mujeres para convertirse en sirvientes. La escritora plantea en su ficción una cuestión polémica todavía hoy: si las identidades de género masculino-femenino tienen una base biológica o son meras construcciones culturales e ideológicas. Aunque parezca que la obra se decanta por el biologicismo, una reflexión más detenida nos permite plantearnos si una dicotomía tan radical como la que muestra la autora no acaba resultando puro artificio, simulacro.

Muestra Tepper, asímismo, como la educación de niños y niñas los va separando, y como la idea del amor romántico supone una forma de manipulación para las mujeres. Parece claro que esa educación y los valores que se imponen a un género y a otro perjudican igualmente a los hombres, que se ven obligados a seguir un camino guerrero de "honor" y "valentía" que tal vez no desean, y del que poca escapatoria tienen, pues los desertores son despreciados y ridiculizados.

Todo parece moverse con estereotipos tan extremos que percibimos su falsedad, su no naturalidad. Sin embargo, es una novela entretenida y con buen ritmo, y que ofrece mucho para debatir.

martes, 8 de septiembre de 2015

DÍA CERO DE DAVID BALDACCI

John Puller es un combatiente veterano y el miembro más experto del Departamento de Investigación Criminal del Ejército estadounidense. Su padre, militar como él fue toda una leyenda, pero su hermano cumple condena por traición y Puller esta empeñado en averiguar la verdad. A Puller se le asigna un caso en una zona rural y aislada de la región minera de Virginia Occidental. Una familia ha sido asesinada, y la escena del crimen es espeluznante. La inspectora de homicidios local, una mujer obstinada que arrastra con sus propios demonios personales se alía con Puller para emprender la investigación. Mientras este se lleva una decepción tras otra, se da cuenta de que nada ni nadie es lo que parece.

Enfrentado a una posible conspiración que va mucho más allá de las colinas de Virginia, se convertirá en un hombre que  busca hacer justicia, pero debe enfrentarse a una fuerza abrumadora.

Es la primera novela que leo sobre este consagrado escritor que lleva a sus espaldas una multitud de títulos publicados, y que inicialmente no decepciona en su género. Al parecer, también es la primera novela en la que su protagonista es el agente especial John Puller.

Cuando comencé con este libro, debo confesar que me costó mucho dejarlo, tiene un inicio bestial. En cuanto John Puller llega a Drake y se acerca a la escena del crimen para ver los cadáveres, así como posibles pruebas, comienza una narración que difícilmente no te enganchará a continuar leyendo más. No puedo contar mucho más porque ya directamente estaría dando spoilers y a pesar de que es algo que ocurre técnicamente desde el principio, me gustaría que lo descubrierais por vosotros mismos.

Lamentablemente, a mitad del libro comienza a ser bastante pesado, las resoluciones de las pruebas, la jerga y toda la temática militar, así como el tema de la familia de la sargento Samantha Cole, tienen momentos demasiado lentos.

A pesar de mis quejas con respecto a la temática militar, se nota que el escritor se ha documentado de una manera excelente y no ha dejado escapar ningún detalle. La toma en escena de cada momento está muy bien cuidada y aunque es muy lenta en cuanto a la verificación de las pruebas, así como  los posibles enlaces para alcanzar la conclusión de la historia, está muy bien redactado todo.

Otro punto a destacar son los personajes. Por un lado tenemos a John Puller, un veterano de Afganistán e Irak con un marcado carácter no sólo por su profesión militar sino también  por su característica familia. Su padre, un famoso militar retirado y condecorado que es considerado por todos como un héroe, con indicios claros de Alzheimer y su hermano Robert Puller, que a pesar de haber sido uno de los mayores talentos del Ejército, fue acusado de traición y encarcelado.

Pero junto a Puller también tenemos otra personalidad bastante marcada como es la de la sargento San Cole, que ha atenido que demostrar a lo largo de su carrera que su condición de mujer no perjudicaba su condición de policía. También afectada por una familia algo peculiar tras el fallecimiento de sus padres.

Después de hacer hincapié en los caracteres de ambos personajes principales, os aseguro que no os dejarán indiferentes algunas de sus conversaciones, lo que es obvio teniendo en cuenta el carácter de ambos.

Sin embargo, a pesar de que algunas veces ambos necesitan recalcar su autoridad es incluso agradable el ver como conectan estos personajes casi desde el principio de la historia.

En conclusión, está todo muy bien descrito, sin dejar detalles al azar, todo medido al dedillo y muy buen trabajo de de investigación por parte del escritor. Vuelvo a insistir en lo increíblemente bien que comienza la novela y es una pena que no continúe de esa manera tan arrolladora.


LA NOVELA DE REBECA DE MIKEL ALVIRA

La Novela de Rebeca nos presenta a Simón Lugar, un afamado escritor de best sellers con obras reconocidas internacionalmente, que sin embargo, está pasando por un período de falta de inspiración, mientras intenta crear la que se va a convertir en su primera novela negra. Pero todo cambia cuando Simón se cruza una mañana en la playa con una joven desconocida, que desde ese momento comienza a obsesionarle, pero también comienza a servirle para que el don de la escritura vuelva a despertar en él. Pronto esos encuentros esporádicos se convertirán en habituales y nacerá una sincera amistad entre Simón y la joven Eme, quien se convierte en la lectora de su obra, La Novela de Rebeca, dónde los crímenes se sucederán sin que la policía pueda ser capaz de atrapar al asesino.

Leer La Novela de Rebeca es enfrentarte a una lectura absolutamente original y novedosa, una apuesta arriesgada por parte de Mikel Alvira que se la juega con el planteamiento casi malabarista que realiza en este libro y del que no sólo sale airoso sino que lo hace de forma triunfal, pues ha escrito una novela que se va convirtiendo en un laberinto en el que el lector, cual Teseo, tendrá que ir desentrañando no una, sino dos historias, ya que La Novela de Rebeca nos cuenta la trama de Simón Lugar, el escritor, pero también nos cuenta la propia novela a la que este está dando forma y que se convierte en una trama tan potente e importante del libro como la primera, llegando un momento en el que no se entienden la primera sin la otra. Además Mikel Alvira no escribe sólo una novela negra sin más, sino que hay un trasfondo social importante en ella: acoso escolar, discriminación social, prejuicios entre clases sociales, la soledad auto impuesta y elegida frente al miedo al daño que los demás nos puedan causar.

Escrita con un estilo ágil y fuerte, el autor realiza cambios en el ritmo de la novela según nos enfrentamos a las partes protagonizadas por Simón Lugar, un poco más pausadas, frente al ritmo más rápido que la novela adquiere cuando leemos la parte correspondiente a La Novela de Rebeca, haciendo que de esa forma el lector pueda ser testigo de la diferencia entre "la vida real" del protagonista y de su obra.

También se ayuda del cambio de prosa, que siempre es contundente, para hacer notar estas diferencias al lector, que aunque sutiles, encontramos entre ambas partes de la novela. Aunque en amabas tramas nos vamos a encontrar con un narrador omnisciente que utiliza la tercera persona, hay que tener en cuenta que Alvira se convierte en Simón Lugar para narrar la Novela de Rebeca, ya que no debemos olvidar que en este libro encontramos una novela dentro de otra, pero que llega a tener tanto peso dentro de la trama que todo el conjunto del libro se convierte en un enorme entramado literario que el lector tendrá que ir desmadejando poco a poco, pues las sorpresas y los hechos inesperados se irán sucediendo lentamente, levantando capa a capa secretos que el lector no imaginaba encontrar ahí, para que cuando piense que ya tiene atrapada la clave, otra pieza hará su aparición en escena y así la hipótesis creada tendrá que ser replanteada de nuevo, y con ello, el interés del lector se eleva hasta límites insospechados.

En la novela los saltos temporales son constantes, y aunque Mikel Alvira se ha encargado de dejar bien marcado al principio de cada capítulo en qué momento de la narración nos encontramos, sí recomiendo estar muy pendientes del momento de la historia en el que estemos, pues esto es fundamental para seguir de forma correcta el hilo de la trama, sobre todo en la parte protagonizada por Simón Lugar, pues La Novela de Rebeca se va desarrollando de forma lineal. Y toda esta trama, como he dicho antes, construida sabiamente como un laberinto del que el lector irá conociendo poco a poco el camino de salida, nos conduce a un final inesperado y brillante, que sirve de colofón a una de las novelas más originales que he leído en los últimos años.

Y si la trama se va desarrollando rodeada de un halo de misterio, no lo hacen menos sus personajes, todos ellos bien dibujados dentro de la novela. Empezamos sabiendo que Simón  Lugar es un hombre introvertido y solitario que intenta mantener el contacto justo con el resto del mundo, sin embargo, el lector irá averiguando que su parte afectiva sale en contadas ocasiones, pero está ahí, aunque sólo la muestra con aquellas personas que son capaces de ganarse su confianza. Algo que me ha parecido un recurso muy bueno a la par que complicado es como Alvira consigue crear una gran complicidad entre el personaje de Eme y el lector, siendo este un personaje que aunque bien perfilado, el autor lo deja "entre la niebla" rodeado de un halo de misterio, pues consigue que el mismo efecto de atracción que ejerce sobre Simón, sin conocer casi ningún aspecto de su vida, lo consiga también sobre aquellos que nos encontramos al otro lado de la página. 

Y entrando ya de lleno en La Novela de Rebeca, también aquí vamos a encontrar personajes "creados "a su vez por el personaje de Simón que consiguen la complicidad del lector, aunque en algunas ocasiones, evite plantear esta complicidad, ni siquiera una posible comprensión.

La Novela de Rebeca va a dar mucho que hablar por su originalidad y calidad, por sus grandes escenas creadas con diálogos brillantes y por sus descripciones que recrean los escenarios a la perfección sin abusar. Mikel Alvira demuestra que llega para quedarse, y Rebeca no estará sola.

martes, 21 de julio de 2015

REGRESO A TU PIEL DE LUZ GABÁS

La novela está narrada en 3ª persona, con dos líneas temporales, una en el presente y otra en 1585 y 1592. Consta de cuarenta y cinco capítulos y la historia sucede en Madrid y en el Alto Aragón. Su lectura es fácil y sencilla, con una prosa cuidada y deliciosa dónde Gabás describe a unos personajes profundos y cuidados y unos paisajes entrañables y evocadores. Al principio la historia es un poco lenta, pero a medida que avanza la lectura y sobre todo al final, nos encontramos con una novela adictiva llena de misterio e intriga.

La primera línea temporal está situada en el presente dónde conoceremos a Brianda, una joven ingeniera que vive en Madrid y le apasiona su trabajo, pero que desde hace un tiempo sus ataques de ansiedad y sus pesadillas la obligan a recurrir al médico y a tomar medicación. En el terreno sentimental es muy feliz junto a su novio, Esteban. Su madre le aconseja que pase unos días en la montaña junto a su tía Isolina para que pueda descansar. Con los recuerdos de la infancia llega a Tiles en lo Alto de Aragón. Allí conocerá a Neli, una joven que la ayudará con su problema y también se encontrará con su tío Colau con el que tuvo algunos desacuerdos en la infancia. Sus paseos la llevarán a la casa de Lubich que perteneció a una familia adinerada en el siglo XVI y está siendo restaurada por su nuevo dueño, un joven italiano muy apuesto. Tanto los paisajes de Tiles, la casa de Lubich y los encuentros con Corso, la llevan a unos recuerdos del pasado y a los sueños que tiene últimamente. Brianda descubre que su vida está vinculada a la de una joven llamada  Brianda de Lubich que vivió hace cuatro siglos y murió acusada de brujería.

En la segunda línea temporal conocemos a Brianda de Lubich hija y heredera de Johan Lubitch uno de los señores más poderosos del condado de Oriun. Nos encontramos en el siglo XVI a principios de la edad moderna. El condado se encuentra dividido por los enfrentamientos entre vecinos debido a preferencias e intrigas políticas. Esos enfrentamientos llegarán muy lejos hasta hacer peligrar la herencia de Brianda de Lubitch. A la casa de Anels llegará Corso, un guerrero italiano que será acogido como un hijo y que luchará por el amor de Brianda. En el poblado habrá una cacería de brujas dónde veintitrés mujeres serán acusadas y asesinadas en la horca.



En las notas que presenta la autora nos  cuenta que en el año 1980 en una pequeña localidad de Orense aparecieron escondidos unos documentos sobre 1576 y 1592 y entre ellos se encontraron dos folios que explican como varias mujeres fueron asesinadas en 1592 acusadas de brujería y  cómo se llevaron a cabo los juicios. Lo curioso del  caso es que no fueron acusadas por la Inquisición, sino por la sociedad civil. Luz Gabás se inspiró para su novela en esos dos folios y los lugares que aparecen en la novela aunque son ficticios tienen relación con el antiguo  condado de la Ribagorza, lugar muy cercano a la autora. La historia de la novela nos lleva a la magia, a la mitología y a la leyenda de las montañas en lo Alto de Aragón. Parte de la documentación de los hechos históricos es real como las acusaciones, los juicios, la política, la religión, las guerras, etc..

Nos volvemos a encontrar con otra novela narrada en dos tiempos, donde la autora nos cuenta una historia muy diferente a la anterior. Los personajes femeninos son los principales en la novela, quedando los masculinos en segundo lugar. Las dos Briandas son los personajes centrales y conoceremos sus vidas, siendo el pasado quizás más interesante que el presente. La descripción de los paisajes es es una parte fundamental de la historia para situar el entorno en el que gira la trama. Es una novela romántica con alta dosis de fantasía ya que el amor de las protagonistas traspasa la barrera del tiempo para volver a reencontrarse después de cuatro siglos.

Recomiendo Regreso a tu Piel al igual que la anterior de la autora, Palmeras en la Nieve. En ellas se podrá encontrar una novela adictiva cargada de amor, odio venganza, aventura lucha...con unos personajes bien delineados que destilan realismo, con una descripción maravillosa de los paisajes y una historia mezcla de realidad y fantasía.

viernes, 17 de julio de 2015

PASIÓN INDIA DE JAVIER MORO

El comienzo es bien conocido. Lo cuenta Ricardo Baroja en uno de esos libros que se recomienda leer a los estudiantes, Gente de la Generación del 98. A comienzos del siglo pasado un frontón madrileño cercano a la plaza del Carmen se convertía por las noches en improvisado teatro de variedades: se colocaba un escenario, se llenaba de butacas media cancha, con sillas y mesas de café la otra mitad. En el Kursaal -que tal era el nombre que recibía el frontón travestido- acostumbraban a reunirse y pasar sus buenos ratos los bohemios de la época: "Por una pesetilla", rememora don Ricardo, "se pasaba uno la noche viendo bailar a Pastora Imperio, a la Argentina, a las Esmeraldas, a la Bella Belén, a Mata Hari, y oyendo a la Fornarina, a la Malaguita, a Candelaria Medina". De teloneras actuaban dos adolescentes malagueñas, Victoria y Anita Delgado, que recibían el nombre de "las hermanas Camelia". Las acompañaba siempre su madre, gorda y simpática, celosa guardiana de la virtud de las niñas. En 1906, Madrid se llenó de príncipes y aristócratas para asistir a la boda del rey. Uno de los invitados -el maharajá de Kapurthala- entró una noche en el Kursaal y  quedó inmediatamente prendado de Anita. Le envió joyas y dinero que la muchacha rechazó indignada. Tras el atentado de Mateo Morral los invitados se apresuraron a regresar a sus países. El maharajá siguió el asedio desde París: regalos, cartas. Anita decidió escribirle. Enseñó la carta a sus amigos escritores para que le corrigieran la ortografía: Mi cerido rey, malegrará que esté usté con la cabal salú que yo para mí deseo. La mía bien. Adiós gracias. Sabrá usted..." Los amigos hicieron algo más: Valle Inclán le redactó una carta digna de una princesa, luego la tradujeron al francés y pagaron a tocateja el franqueo. Valle Inclán siempre creyó que el final feliz de aquella historia se debía a él en buena parte, y se pasó la vida esperando una exótica condecoración concedida por el príncipe indio. ¿Qué fue de aquella adolescente semianalfabaeta en su país de las mil y una noches?..

Javier Moro nos lo cuenta ahora con rigurosa domentación y magia de novelista en Pasión India, un libro que comienza en noviembre de 1907 cuando el buque de ocho mil toneladas de la naviera francesa Messageries Maritimes SS Aurore, se acerca a las costas de la India. En el viajan Ana Delgado  Briones, ya casada con el maharajá y madame Dijon, su dama de compañía. En unos pocos meses pasados en París, Anita ha cambiado mucho: ahora habla francés, luce trajes de alta costura, sabe comportarse en la mesa. Pronto sabrá también otras cosas: que su marido tiene otras cuatro mujeres y cuatro hijos (alguno de la edad de ella) que en Kapurthala la consideran una intrusa y una aventurera, que las autoridades inglesas no reconocen su matrimonio. Javier Moro sabe hacer revivir ante nosotros aquel mundo exótico con el que se encuentra Anita y el que pronto aprenderá a desenvolverse con sorprendente inteligencia y capacidad de adaptación. Por entonces más de medio millar de maharajás reinaban sobre un tercio de la India, consentidos y protegidos por los ingleses. Competían en refinamiento y extravagancia.

 Javier Moro enumera algunos ejemplos: el nabab de Junagadh invitó a más de trescientas personas, incluido el virrey a la boda de su perra favorita; el maharajá de Alwar enterraba sus Hispano Suiza detrás de su palacio cuando se cansaba de ellos; el nizam de Hydebarad se excitaba con el gemido de las parturientas; no faltaba quien utilizaba bebés como cebo para cazar tigres...Ana poco a poco concita la admiración de todos a pesar de la nostalgia, el asombro y el terror. Un día intentan envenenar a su hijo, otro es ella quien está a punto de ser asesinada. En 1910 regresa por primera vez a Europa. Se ha convertido en una mujer famosa. Los periodistas le hacen una y otra vez las mismas preguntas. ¿Es cierto que come carne de serpiente todos los días? ¿Es verdad que vive encerrada en un harén? ¿Será su hijo rey de la India?. Javier Moro recrea ante nosotros la vida de Anita Delgado -aquel cuento de hadas que fascinó a sus contemporáneos- y también algo más: mundos desaparecidos para siempre, el antiguo gran mundo que comenzó a desmoronarse en 1914 tras el pistoletazo de Sarajevo y la refinada y bárbara India de Kipling. Un día invitada por el maharajá Ganga Singh, en el palacio de Bikaner, Anita le pregunta la receta de un plato que encuentra especialmeante suculento, y él responde : Se coge un camello entero, despellejado y limpio, se mete una cabra en su interior, y dentro de la cabra un pavo y dentro del pavo un pollo. El pollo  ha de estar relleno con un urogayo. Dentro del urogayo se mete una codorniz y, finalmente, un gorrión. Luego sazónelo biien y ase el camello en un hoyo en el suelo".

El cuento de hadas de Anita Delgado no terminó en 1923. Ella tenía treinta y tres años cuando su marido se separó de ella, tras el escándalo que supuso haberla descubierto en un hotel londinense en íntima compañía con Karan, el hijo mayor del maharajá  -a quién su padre obligó a casarse de inmediato; Karan fue el gran amor de Anita. Siguieron viéndose a escondidas después de abandonar la India: fugaces encuentros en Deauville, en Biarritz, en Londres, en París. Cuando murió el maharajá, poco después de la independencia de la India, en 1947, Franco quiso darle el pésame personalmente a aquella mujer fascinante. La historia fabulosa que comenzó a contarnos Ricardo Baroja, y que nos parecía increíble con Valle Inclán haciendo de barbuda celestina, termina de contárnosla Javier Moro en Pasión India, una novela verdadera, una minuciosa colección de asombros.

miércoles, 10 de junio de 2015

MONSIEUR PROUST DE CELESTE ALBARET

Monsieur Proust fue el libro con el que Celeste Albaret, el ama de llaves de Proust, desveló sus recuerdos del gran escritor. No es una crónica al uso, sino que además está revalorizada por el hecho de que lo que se cuenta coincide en fecha con la escritura de En Busca del Tiempo Perdido, por lo que su lectura está trufada con una multitud de claves reveladoras de las posibles dudas, interrogantes o despistes que nos pudo plantear en su día la compleja lectura de aquella novela o conjunto de novelas.

Siendo ya el único ocupante del piso del Boulevard Haussmann por la reciente muerte de sus padres, entró a su servicio Celeste Albaret con veintiún años y recién llegada del pueblo, empleo en el que permaneció durante los nueve años que transcurrieron hasta la muerte de Proust. Andaba entonces en busca de editor para el primer tomo de su novela: "De la parte de Swannn" y Celeste llegó a tiempo de vivir los roces con André Gide, editor a la sazón de la Nouvelle Revue Française, que con total falta de visión (se dice que no lo leyó) desaconsejó su publicación.

Proust consideró enseguida la presencia de Celeste como un hallazgo afortunado, sintonizando ambos a pesar de las diferencias de clase, educación y edad. Desde esa privilegiada posición se convierte en espectadora e incluso en parte activa de muchos resortes de la vida de Proust, el cual le dispensaba el trato propio de una sirvienta de confianza, pero también el de una confidente, lo que ella agradecía devolviendo la confianza depositada, con cariño, fidelidad y exquisita atención a las confidencias del escritor.

Cuando el lector comprende que se ha llegado a esa simbiosis entre ambos, se convence de la asimilación de las revelaciones que se hacen de la intimidad del escritor y el hombre. Esto, en el caso de cualquier otro famoso estaría muy bien, pero aquí no hablamos de otro cualquiera, sino de Marcel Proust, razón por la que el interés se multiplica exponencialmente en función de las particulares características de su personalidad y de su obra muy interrelacionadas ambas con las sensaciones que expresa su autobiográfico personaje deambulando entre sus amistades por las páginas de "A la recherche", por eso la clave de Monsieur Proust no reside solo en conocer detalles de su vida privada, sino también en pararse a observar como estos detalles de su cotidianeidad, definen en cierta manera el talante del autor y están tremendamente  vinculados a las situaciones y a los personajes de "En Busca de un Tiempo Perdido".

Su obsesión principal era su obra, ya que tenía el visionario presentimiento de que estaba predestinada al éxito; esta idea fue la que le dió la fuerza necesaria para aplicarse a la tarea abrumadora de culminarla. Esta certeza llama especialmente la atención en un escritor que a los treinta y cinco años apenas había escrito un par de libros de escasa repercusión. Sus métodos de trabajo nos revelan a un hombre que, influido por su enfermedad y sus dificultades para respirar, se había convertido en un auténtico maniático que prácticamente no comía y que sobrevivía en una habitación oscurecida y forrada de corcho, a  base de café y veronal (barbitúrico estimulante), trabajando incorporado en la cama por la noche y durmiendo por el día, régimen horario al que hubo de someterse Celeste.

A través de las confidencias que Proust le hace y que ella nos transmite, vemos como sacó sus personajes literarios de ciertas figuras de la realidad mundana que conoció, pero sometiéndoles al filtro de su criterio, analizándolos, dándoles forma y trabajándolos asiduamente, antes de trasladarlos al papel, de tal manera que en algunos casos eran casi irreconocibles, e incluso, en otros, eran una fusión de dos o tres personas diferentes.

Celeste se convirtió en el paño de lágrimas de las desventuras de Proust, en el espejo en el que reflejar sus alegrías y, en cualquier caso, en el atento, receptivo y colaborador oyente, al que hacerle partícipe de los chismes de su círculo de amistades, o de sus ideas sobre el carácter del personaje que estaba pergeñando en cada momento. En el libro, Celeste hace un esfuerzo por minimizar todo lo relativo a la homosexualidad de Proust (en su libro "Contra Sainte Beuve" se recoge un artículo en el que habla de los sentimientos de los homosexuales a los que denomina la raza maldita) de manera que uno no sabe bien hasta qué punto esta cuestión pudo tener una importancia vital en su vida. Y me hago esta pregunta porque la relación de Proust con el amor, fuera hombre o mujer la persona amada, debió ser o inexistente o marcada por el capricho y la voluptuosidad más que por el auténtico amor, y más aún en el mundillo claustrofóbico de los salones, en los que las intrigas y el cinismo eran moneda corriente y dónde él era un hombre  que solo era capaz de amarse a sí mismo, o mejor, a su obra, y por la ayuda que le prestó para terminarla, no dudo que también amó, por delegación, a la empleada que tan bien le comprendió.

Una obra excelente, en la que no se sabe muy bien si admirar la forma magistral en que está escrita o la materia  y detalles de los que trata.

martes, 2 de junio de 2015

EL ASOMBROSO VIAJE DE POMPONIO FLATO DE EDUARDO MENDOZA

Irreverentemente divertida, transgresora y sinvergüenza hasta la última letra de la última palabra. Cuesta imaginar esa mala idea en el rostro bondadoso del escritor. El Asombroso Viaje de Pomponio Flato es una novela corta que se lee en una tarde y que al finalizar te deja un rictus malévolo en la sonrisa. 

A excepción claro, del ácido que como una batería vieja, destila una vez consumida. Eduardo Mendoza, harto de escritores noveles de novelas históricas y thrillers al uso, ha intentado (con bastante éxito) reírse de todos nosotros, de los que escriben y de los que leen, y ha recreado una novela histórica con la única de las reliquias o misterios que hasta ahora nadie se había atrevido a utilizar: la familia de Jesús, o lo que es lo mismo, José, María, Juan Bautista, sus padres, María Magdalena, el evangelista Mateo e incluso el ínclito Judá Ben Hur, que también tiene lugar en esta parodia en la que solo faltan el ángel, el burro y el buey.

Mendoza hila una historia sin pies ni cabeza, al estilo del Laberinto de las Aceitunas, pero con menos gracia y muchísima más mala idea. No se conforma, sin embargo, con una crítica acertada y necesaria a la moda literaria del momento, sino que aprovecha su punzón envenenado para acometer contra todas las religiones en menos de doscientas páginas.

Sentencias como "no hay peor gente en el mundo que los judíos...Rudos, fieros, desconfiados, cerrados a la lógica, refractarios a cualquier influencia, andan enzarzados en perpetua guerra, unas veces contra enemigos externos, otras entre sí y siempre contra Roma... Creen en un solo dios convencidos de que la protección de su divinidad les daría siempre la victoria. De este modo sufrieron cautiverio en Egipto y Babilonia en repetidas ocasiones"  o de los árabes, que tampoco se salvan "Como están obligados a convivir los unos con los otros día y noche desde la infancia hasta la muerte, tienen por norma estricta evitar una familiaridad que con toda seguridad derivaría en conflicto y degeneraría en enemistad. Comen y duermen separadamente y cada vez que se dan por el culo se hacen mil reverencias y se interesan por la salud del otro". Nabateos, griegos, romanos e incluso las tribus bárbaras del norte de Europa tampoco escapan a esta especial mirada de Mendoza.

Es la novela más ferozmente divertida de Eduardo Mendoza. Las andanzas de un detective romano en el Nazaret del siglo I. Pomponio Flato viaja por los confines del Imperio romano en busca de unas aguas de efectos portentosos. El azar y la precariedad de su fortuna lo llevan a Nazaret donde va a ser ejecutado el carpintero del pueblo, convicto  del brutal asesinato de un rico ciudadano Muy a su pesar, Pomponio se ve inmerso en la solución del crimen  y contratado por el más extraordinario de los clientes: el hijo del carpintero, un niño candoroso y singular, convencido de la inocencia de su padre, hombre en apariencia pacífico y taciturno, que oculta, sin embargo, un gran secreto. Cruce de novela histórica, novela policíaca, hagiografía y parodia de todas ellas, aquí se ajustan las cuentas a muchas novelas de consumo y se construye una nueva modalidad del género más característica de Eduardo Mendoza: la trama detectivesca original e irónica que desemboca en una sátira literaria y en una desternillante creación novelesca. Novela breve, disparatada y divertida. Probablemente la novela más divertida de Eduardo Mendoza. Protagonizada por un detective desastroso como en el Misterio de la Cripta Embrujada, El Laberinto de las Aceitunas y La Aventura del tocador de Señoras.

Está cargada de personajes que hacen sonrojar o reír y de la magia de la narrativa cómica del autor, tantas veces imitada y nunca alcanzada. Ha huido esta vez Mendoza de sus parajes barceloneses que tan bien ha retratado y conoce, para darnos unas horas de entretenimiento de alta calidad. Eduardo Mendoza es quizás el mejor escritor actual en lengua española.