viernes, 4 de diciembre de 2015

EL SUEÑO MÁS DULCE DE DORIS LESSING

Esta monumental obra parece surgir de una doble mixtificación. Después de su autobiografía, la novelista decide cambiar de registro y opta abiertamente por la autoficción cuando su mirada retrospectiva alcanza años de los que todavía quedan supervivientes, con el sano propósito de "no perjudicar a personas vulnerables". Pero en cuanto al tiempo del que se trata también se nos advierte de que el protagonismo de los idealistas años sesenta, compartido aquí con los malvados setenta y los codiciosos ochenta, no impide que aparezcan incorporados acontecimientos posteriores. Ello le da al Sueño Más Dulce tanto una dimensión nostálgica como una vigencia de actualidad que hace de este texto uno de los más ambiciosos y logrados de Doris Lessing.

El Sueño Más Dulce resulta tan caudalosa de personajes como una novela río, una auténtica novela red en la que conviven figuras admirables de múltiples procedencias y edades. Es, sin duda, una obra política, escrita desde la doble experiencia de quien perteneció al Partido Comunista inglés y fue activista anti-aparheid en Rhodesia y Sudáfrica. La escritora no escatima sus críticas contra el estalinismo, la gauche divine, las organizaciones internacionales y sus parásitos que se enriquecen a costa del Tercer Mundo; la ideología como coartada y la corrección política, de la que se dice que "no es más que una pequeña muestra del imperialismo yanki".

Precisamente por esto  último, leyendo El Sueño Más Dulce viene a la memoria el famoso libro de Robert Hughes: La Cultura de la Queja, de 1993. Pero también esta referencia parece oportuna en lo que esta obra tiene de novela costumbrista, en especial de descripción perfectamente vigente hoy en día del conflicto entre generaciones, que ya había sido tema de The Summer before the Dark y The Diaries of Jane Somers y esta percepción cala magistralmente en el lector al revelarse las contradicciones mediante la convivencia en una vieja mansión londinense de una heterogénea familia nacida en torno a Johnny Lenox y su primera mujer, Frances.

El es un protagonista caracterizado por su absentismo, la diana contra la que apuntan los dardos más acres de la autora. Este "comunista de carrera", "loco egoista" que "jamás había trabajado de verdad", deja a Frances al frente de una comuna que él mismo puebla de "la progenie del camarada Johnny", compuesta de sus otra mujeres, de los hijos de éstas, de correligionarios y transeuntes, ante la mirada atónita de su madre, la propietaria de la casa, Julia von Arne, una alemana nacida en 1900 que se enamora del diplomático Lenox en 1914 y se casa con él cuando es ya un mutilado de guerra.

La muerte de la anciana Julia, a la que su hijo menospreciará como enemiga de clase, se narra en detalle y cobra un fuerte protagonismo, compartido con la indiscutible figura central de la novela -que no es otra que Frances- una hijastra de Johnny, Sylvia, acogida por la propia Frances, que también recibirá en su comuna a la madre de ésta, y con ella entra en la novela un nuevo escenario, el Africa de la descolonización, el caos y los sátrapas corruptos como el presidente de la imaginada república de Zimlia, Mathew Mungozi, alguno de cuyos ministros fue huésped en la casa de Julia y Frances, como también lo serán dos huérfanos del sida que Sylvia se lleva a Londres desde su hospital africano.

Doris Lessing que no se recata en criticar el feminismo como ideología sustitutoria erige, frente al fantoche de Johnny, un triple monumento a la Humanidad en estas tres figuras inolvidables pertenecientes a tres generaciones sucesivas, Julia, Frances, Sylvia en las que encarna un nuevo mito, muy de los años sesenta, el de la madre sustituta, o más bien "madre tierra" como se decía, que "componían una red de educadoras, de educadoras neuróticas" pero imprescindibles.

jueves, 3 de diciembre de 2015

LAS TRIBULACIONES DEL ESTUDIANTE TÖRLESS DE ROBERT MUSIL

Las Tribulaciones del Estudiante Törless se enmarca en un género tan clásico como es el de las novelas de aprendizaje, aunque las diferencias con éstas sean, precisamente, las que dotan al libro de un aire específico muy interesante. Robert Musil escribió esta obra a principios de siglo, en 1906, quizá desgranando sus propios recuerdos tras el paso por una academia militar en su juventud.

La novela nos presenta al joven Törless, hijo de una familia acomodada que estudia en un instituto para jóvenes adinerados. Rodeado por muchachos despreocupados y ociosos, el protagonista sufre una hipersensibilidad, fruto de su carácter sentimental y abstraído, lo cual provoca que sus relaciones con su círculo más íntimo (compuesto por los chicos más rebeldes y carismáticos) sean complicadas. El abuso que sus dos compañeros más cercanos Beineberg y Reiting, ejercen sobre Basini, otro alumno al que descubren robando dinero, es la prueba definitiva para que Törless de rienda suelta a sus emociones más reprimidas e incomprensibles. 

La atracción por Basini (en un principio muy abstracta, después sensual, y, al final, puramente intelectual) le sume en un pozo de perplejidad: el conocimiento que tiene del mundo se ve socavado por los comportamientos que observa a su alrededor, y que juzga como carentes de lógica. La turbación a la que se ve sometido le lleva a una nueva toma de posición respecto al mundo, haciendo así que el joven experimente un proceso de madurez bastante acelerado. El narrador lo describe así:

"Sí, existen pensamientos muertos y pensamientos vivos. El pensamiento que se mueve en la superficie alumbrada por los rayos del sol, que siempre puede referirse al hilo de la causalidad, no tiene por qué estar vivo. Un pensamiento que quizá ya había atravesado nuestro cerebro hace mucho tiempo solo cobra vida en el momento en que se le suma algo que ya no es pensamiento, que ya no es lógico, de modo que sentimos su verdad más allá de toda justificación".

Como puede observarse en este pasaje, la prosa de Musil no es en absoluto sencilla o directa. De hecho, Las Tribulaciones del Estudiante Törless es una obra muy psicológica, al estilo de la trilogía de Los Sonámbulos de Hermann Broch. El narrador de la novela es reflexivo, y sus percepciones discurren mucho más allá de los límites del pensamiento del protagonista o de los otros personajes.

La entrada en la madurez del joven Törless es dolorosa y carente de racionalidad: su asunción del sufrimiento como hecho adulto no le convierte en alguien mejor, sino distinto. No hay crecimiento en un sentido moral, ya que su visión del mundo continúa estando llena de perplejidad; se siente diferente, mayor, pero su comprensión de este acontecimiento es confusa y los pasos que ha debido dar hasta alcanzar ese nivel no le han servido para afrontar mejor la vida que sobrevendrá. 

Törless ha experimentado una madurez psicológica (en tanto que reflexiona sobre los sucesos que acontecen en el instituto) que, paradójicamente, no le conduce hacia un autoconocimiento más profundo, sino hacia una incertidumbre total acerca de todo lo que le rodea. Quizá el gran acierto de Musil sea plasmar esa contradicción tan frecuente mediante una historia oscura y unos personajes alejados de estereotipos, aunque su estilo convierta la lectura en un periplo bastante arduo.

El narrador no hace concesión alguna a la claridad y se esfuerza por plasmar en palabras la aridez de unos sentimientos que no por habituales son menos complejos, por lo que hay pasajes que pueden ser muy enrevesados.

Pese a este detalle, es un ejercicio intenso el acercarse a esta obra tan llena de matices. Un trabajo, por cierto, que resulta mucho más placentero dado el esmero que ha puesto el autor en la prosa estilizada y rica de la novela.

jueves, 19 de noviembre de 2015

ESTA HISTORIA DE ALESSANDRO BARICCO

Me dejé llevar por el corazón, por un extraño imán, por alguna clase de sortilegio, por el destino, hacia las páginas de la novela, y en ellas encontré la calma. La misma que me han dado otros narradores europeos como Isak Dinesen, una calma placentera que sólo me da la literatura, concretamente, algunas piezas de la literatura.

Me deslumbró quedarme quieta, calmada, en paz con las palabras que escribía un italiano de nuestro tiempo, me daba confianza, serenidad, y estaba envuelta en una historia que no quería que acabase. Me alegré con sinceridad al poder encontrar sin trasladarme a los anaqueles de muchos años atrás, una historia tan bien narrada, estructurada, circular, dónde nada falta ni nada sobra, de un escritor contemporáneo nuestro, que vive en nuestro mismo mundo, en nuestra vieja Europa, ésta que nunca acabaremos de descubrir, de conocer y reconocer, dónde siempre habrá un lugar más para otra nueva posibilidad.

Si me acerqué a la novela no fue por la fama de su autor, ni por la faja que indica que es ya tercera edición, ni por la solvencia de la editorial, me acerqué porque abrí el libro y encontré palabras que acariciaban mis oídos, palabras que no perdían la belleza aunque contasen un horror, palabras que se transformaban en sonidos que resonaban en mi cabeza hora tras hora, como una melodía, palabras que tenían una textura diferente en el paladar, palabras que no venían de otra época, palabras que pulsaban la herida de la vida, de la tierra, palabras que gozaban de un porqué, de una musicalidad, de un quejido, de una esperanza.

Si me quedé y me entregué no fue por error, sino por una gracia que me concedió el destino al encontrar una prosa que me llevaba dulcemente por el ensamblaje de la historia, de esa historia de Esta Historia.

Encontrarme con Último Parri fue una dádiva que algún Dios me concedió. Último, el protagonista de Esta Historia, con su pragmatismo aplastante y su sueño, te arrastra desde niño hacia el centro mismo de la novela, te arrastra sin notarlo, más bien notas que te estás deslizando por unos raíles que sólo llegan a una estación, la estación de la buena literatura. Las horas que pasas con él, desde  mayo de 1903 a mayo de 1969, como he mencionado antes, son horas de calma, horas de sosiego, de paz, de reflexión, nada ni nadie enturbia esa confianza, ese sosiego al que se debe el orden del mundo, para que todo sea lo correcto, lo justo, lo bueno, lo merecido que Alejandro Bariccco transmite. 

Como contrapunto a esa paz, a ese saber estar en el mundo, encontramos enfrente y enlazada a la misma historia, la fragilidad de la vida reflejada en los cuerpos y las actitudes de los otros personajes y de otros lugares. Ni la singularidad de Libero Parri, ni el tarambana conde de D'Ambrosio, ni la libertad de el Talud de Tassabene, ni la magnanimidad de Gardini, ni la ambigüedad de Florence, ni la manzana de Turín, ni la tristeza agazapada en el cuerpo de la secretaria de Gardini, ni la locura y el miedo de Labinia, ni la crudeza y el terror de Caporetto, consiguen malograr el sueño de Último Parri, (el niño y el hombre de la sombra de oro), un sueño lleno de curvas y rectas infinitas, una historia dónde los pilares de los sueños y de una ilusión individual son distintivos y fuertes, dónde todo se resume en estas palabras que se repiten más de una vez en la novela: "la gente vive muchos años, pero en realidad está verdaderamente viva sólo cuando consigue hacer aquéllo para lo que nació. Antes y después no hace otra cosa que esperar y recordar. Pero no esta triste cuando espera o recuerda. Parece triste. Pero lo único que ocurre es que está un poco lejos."

Todo ello en una estructura diferente, alternativa y arriesgada, de quien cree que en la literatura todavía todo es posible, narrada por diferentes voces y personas. Alessandro Baricco conoce de cerca el arte, su valor y su poder, así como la necesidad que la vida tiene de él.

Déjense acariciar por ella, por la historia, después con el paso de los días, extrañarán a cada uno de los personajes, habrá valido la pena conocerlos, en las horas calmadas de estas tardes infinitas dónde se recupera la infancia, los placeres, las locuras, los sueños. Déjense acariciar por Esta Historia, puesto que sabrán que el día que se acerquen a ella la suerte estaba de su lado.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

CITY DE ALESSANDRO BARICCO

Entre diálogos y narraciones se nos presenta la vida de Gould, el personaje principal de la novela, que es un adolescente considerado un genio. Gould es sometido a una vida monótona, inmerso en salones de clase y profesores que sólo ven en él un futuro prometedor. Pero afortunadamente, cuenta con la aparición de Shatzy en su vida, una joven que vendrá a ser quien le cuide y acompañe en la casa, ya que Gould no vive con su padre que es militar ni con su madre que se encuentra confinada en un sanatorio, una situación compleja para un ser humano de tan corta edad. Shatzy representará en la vida del joven un punto diferente en su vida. Ella únicamente quiere que él sea feliz y normal, comportamiento que a Gould le resulta difícil de lograr.

Esta historia, se desarrolla entre los elementos conocidos de la cultura occidental como la radio, el boxeo, el western, el soccer y la vida solitaria de un niño que de alguna manera siempre se encuentra en compañía de personas ajenas. Gould cuenta con sus profesores que le aprecian: Poomerang y Diesel y con Shatzy que representa su núcleo familiar roto.

Sin temor por su futuro, que al parecer ya se encuentra decidido desde el momento en que fue descubierta su genialidad, el protagonista sabe que su destino es descubrir algo único y ganarse el premio Nobel, pero serán una serie de situaciones y razones las que harán que este joven con un futuro ya impuesto decida tomar su destino en sus propias manos para ir en busca de su posible felicidad.

Durante mucho tiempo las personas se han acostumbrado, de alguna forma, a sobrevivir en una ciudad caótica, a lidiar con todas las situaciones, acompañadas de seres humanos bipolares y con personalidades chocantes, pues bien, en la novela podemos encontrar un ser que por su condición quizá ha sido forzado a convertirse en lo que Delgado llamará un Outsider en su libro "El Animal Público", he aquí su definición: "El ser de las calles ostenta su invisibilidad y, justamente por ello, se convierte en fuente de inquietud para todo poder instituido: es visto porque se visibiliza, pero no puede ser controlado, porque es invisible." ¿Podrá Gould enfrentarse a ese espacio monstruoso llamado ciudad? Podemos intuir desde el comienzo que la situación no ha sido sencilla para él con una madre que lo rechaza y un padre poco interesado en sus sentimientos. Sin embargo, el joven siempre se verá acompañado de Poomerang y Diesel, que vendrán a representar sus alter egos, uno mudo pero que posee unos razonamientos muy certeros en el momento de criticar al que le disgusta; el otro, un ser grande y gordo que llama la atención en cualquier lugar, callado y poco inteligente pero sí muy fuerte. Nuestro protagonista pasará sus días encerrado estudiando, o por el contrario, escuchando las peleas de boxeo en la radio, sentado en el baño, única conexión con su padre. Diálogos esporádicos permiten que conozcamos un poco el pensamiento de Gould frente al abandono de sus padres.

Con muchas barreras impuestas por su mismo espacio en movimiento, Gould se encuentra incapaz de relacionarse abiertamente con otros seres humanos y aún con su exterior; él deambula por las calles observando lugares comunes como una cancha de baloncesto en una escuela pública. "Ojos en la canasta. Silencio. Elevándose sobre el suelo, la intuición carga toda la fuerza necesaria para urdir la lejanía que la separa de una posible respuesta. Tiro. Fantasía y razón. En el aire se traza la parábola lógico deductiva de un pensamiento que gira sobre sí mismo bajo el efecto de un latigazo de muñeca impreso por la imaginación".

Para el protagonista, el momento en que puede tomar por primera vez un balón en sus manos, constituye la representación de su libertad, quizás porque es desde ese instante cuando toma la determinación de apartarse del mundo que conoce y de la vida que le habían impuesto. Gould no posee una inteligencia práctica, pues no sabe desenvolverse en la ciudad; cuando va a recoger el balón casi muere atropellado por un autobús, sin darse cuenta al cruzar; pareciera que las personas así no mueren en la ciudad como los otros seres normales que tienen conciencia de su entorno.

En nuestra sociedad eres el lugar dónde vives; las ciudades buscan homogeneizar a las personas que allí viven, pero Gould sabe que para convertirse en ese ser invisible, dueño de su libertad, debe ser parte de esa homogeneidad para poder pasar desapercibido. El posee  una aparente única referencia sobre la ciudad y su comportamiento, Shatzy, quien sin problemas representa la ciudad; Shatzy realiza acciones de las que se arrepiente, pero continúa realizándolas, tiene la imaginación que sólo un transeunte constante de la ciudad podría tener, tomando en cuenta los espacios que ya existen.

Lo importante es que Gould decide convertirse en alguien común en una ciudad por voluntad propia; al sentirse un poco acorralado por su futuro decidido, simplemente se va a trabajar a un lugar de aparente felicidad eterna, Coney Island, un lugar dónde se encuentra una feria permanente, llena de juegos y niños, ve cosas que nunca pudo conocer por su situación y trabaja vendiendo tickets para subir a la noria, siempre con Poomerang y Diesel a su lado, viviendo una vida monótona pero agradable.

En la novela están la mayor parte de los estereotipos que forman parte de la cultura americana, el boxeo como elemento importante para el desarrollo de la aparente relación que existe entre Gould y su padre, una vida orientada al constante estudio como única salida para obtener un futuro brillante, el padre militar siempre alejado de casa y la madre que pierde la razón por la presión de la situación de Gould, la necesidad de crear "amigos imaginarios" quienes acompañen la soledad del joven, poder hablar con alguien sólo de soccer, tener una niñera un poco inusual, una joven que posee ideales en la vida más simples y que, finalmente desaparece entre la gente.

La constante búsqueda de sentido en la vida hace del ser humano alguien dispuesto a tener decepciones, quizá no sea el caso exacto de estos personajes, pero ciertamente ellos sufren un cambio en su ser en el momento en que son conscientes de que la vida va más allá de lo que ven sus ojos. Para Gould, lo que Delgado llama observación flotante es lo que le deja conocer un poco la ciudad al mismo tiempo que percibe su razón, desde la analogía entre el momento de encestar una pelota de baloncesto con un momento de elevación, dónde la fantasía y la razón se unen para ser motivo de consideración, y este evento se repetirá mientras el joven siga jugando con el balón; el hecho de que no sea un ciudadano común hace que su lógica no funcione de la misma forma y no perciba lo que ocurre a su alrededor como algo normal; sencillamente ese no parece ser su lugar, pero el hecho de convertirse en un ciudadano común le hace ser único en su propio lugar.

La ciudad representa un lugar diferente para cada ser humano, ella demanda comportamientos y percepciones diferentes de acuerdo a lo que seas, con Gould la ciudad pidió un poco más de lo que él podía brindarle, para Shatzy que es una mujer que se adapta a lo que le toca vivir, es sencilla; para Gould su felicidad será disfrutar su propia vida.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

PUREZA DE JONATHAN FRANZEN

Jonathan Franzen es famoso por ser el autor de dos grances novelas: "Las Correcciones" y "Libertad" que ofrecieron a sus lectores unos lentes con visión panorámica para observar la vida de la clase media estadounidense durante el cambio de siglo. También ayudaron a consolidar su reputación como uno de los escritores más talentosos de su generación. Su obra más reciente, Pureza, también es grande en cuanto al grosor y la extensión, pero es menos panorámica en sus ambiciones. Aunque su fascinante argumento, que avanza con un pie en el acelerador, pasa por la caída del Muro de Berlín, los archivos robados de la Stasi y un misil termonuclear extraviado en Texas, la novela se enfoca más en las historias de sus personajes principales: Pip, una joven californiana que está buscando a su padre, y una figura parecida a Julián Assange, un hombre ansioso por hacer que Pip trabaje para él en Sudamérica.

Los intentos de estas personas por descubrir sus identidades y llegar a un acuerdo con el enredado caos de sus vidas constituyen la médula de la novela más ágil, menos cohibida y más íntima de Franzen hasta ahora. También había familias disfuncionales en Las Correcciones y en Libertad, pero esas obras se abren hacia el exterior para intentar capturar el tenor de la época: los avariciosos noventa y los furiosos años polarizados de George W. Bush.

Las historias de Pureza a la larga se cierran con agresividad pero se abren hacia el interior. Escarban en sus psiques y enfatizan lo que parecer ser la determinación de Franzen: sienten una furia descomunal y son presa de una envidia profunda, además de emanar narcisismo y autocompasión. Las primeras páginas de la novela, dónde se presenta a Purity (o Pip como se hace llamar), sugieren depresivamente que nos quedaremos con la heroína "sarcástica y bobita" que saca a relucir la condescendencia y las peores proclividades de su creador.

No queda claro si el autor tiene la intención de que Pip sea tan odiosa al principio, quizas a manera de subvertir los temas del clásico Bildungsroman o como un acto de autosátira. Tal vez sólo está buscando el equilibrio al depender de las viejas configuraciones del sarcasmo, antes de encontrar una manera nueva y convincente.

Por suerte para el lector, el libro retoma rápidamente velocidad y matices; Pip y los otros personajes principales en breve aparecen como personas complicadas que capturan nuestra atención. Pip, quien se siente sofocada por su madre necesitada y reclusa y que se tambalea a causa de un humillante encuentro sexual, parte, como Telémaco, en busca de su padre, misterioso y ausente.

Andreas Wolf, provocador del este de Alemania y seductor de jovencitas que está escapando de las autoridades (por razones decididamente innobles) se transforma en la cabeza de una organización similar a WikiLeaks, con lo que gana notoriedad y fama internacional. Tom Aberante, quien conoció a Andreas años atrás en Alemania y sabe sus peores secretos, usa el dinero del padre adinerado de su esposa, de quien se ha alejado, para comenzar un servicio de investigación periodística.

Mientras tanto Leila Helou, una reportera ganadora del premio Pulitzer que persigue de manera implacable una gran exclusiva, se encuentra indecisa entre dos hombres: su verdadero amor, Tom, y su esposo discapacitado, Charles, que está resuelto a escribir un gran libro. Leila protegerá a Pip al hacerla su pupila y también una suerte de hija sustituta.

Franzen entrelaza astutamente estas tramas, usando grandes cucharadas de coincidencia dickensiana y múltiples giros inesperados para acumular suspenso y entretener. Después del inicio, algo forzado, la novela arranca cuando Franzen escribe con ímpetu y seguridad. A pesar del nombre de Pip y el misterio que rodea su paternidad, Pureza utiliza a Dickens y a "Grandes Esperanzas" como un punto de referencia sólo en la medida en que invoca un abanico de clásicos.

El recuento emocionalmente tangible del miserable matrimonio de Tom y su divorcio de una mujer tempestuosa llamada Anabel recuerda al "Herzog"de Bellow, mientras que las cáusticas descripciones de la danza existencial de Andreas con el sexo y la muerte, podrían llegar a parecer como si Dostoievski se vertiera a través de un filtro estadounidense.

Este tipo de pasajes jamás se sienten poco originales o artificialmente posmodernos porque todas las influencias o modelos que Franzen ha digerido se asimilan rápidamente mediante su voz. En Pureza demuestra la facilidad con que evoca mundos enteros mediante un par de golpes en el teclado: ya sea en la jungla boliviana dónde Andreas se esconde, poblada con "aves del Dr. Seuss, pavas gigantes que trepan árboles frutales" o San Francisco, donde la niebla se derrama desde las colinas como "algo que veías venir", "una temporada en continuo movimiento".

En vez de insistir en el tema de la pureza (como en los peligros de la certidumbre política, el absolutismo moral o la castidad emocional), Franzen permite que éste crezca orgánicamente a partir de una infinidad de tramas. Y en vez de ser condescendiente con sus personajes, como a veces lo ha hecho en el pasado, demuestra una aguda habilidad para retratarlos desde el interior, cuando luchan contra un cúmulo de emociones: más parecen agentes libres quienes, por lo menos, tienen un poco de voz y voto en la elección de sus destinos, que víctimas freudianas cuyos rumbos ya se han determinado mediante los disfuncionales pasados de sus familias.

Al hacer ésto, Franzen añade una nueva octava a su voz. De hecho, es probable que los lectores a quienes sus primeras obras les parecieron misantrópicas, llenas de bilis y rencor, aprecien en esta novela la habilidad con la que no sólo satiriza los impulsos humanos más oscuros y nimios, sino también captura los anhelos de sus personajes por relacionarse y empezar de nuevo... y por reconocer la posibilidad de esas esperanzas.