lunes, 21 de noviembre de 2011

LA TÍA JULIA Y EL ESCRIBIDOR

 En LA TÍA JULIA Y EL ESCRIBIDOR Mario Vargos Llosa hace un homenaje entre irónico y burlón pero también muy sentido a las radionovelas de los años cincuenta y a sus redactores, ejemplificados por uno de los protagonistas de la novela, el escribidor Pedro Camacho. La novela, autobiográfica, consta de dos historias entrelazadas. Por una parte, asistimos a una historia de amor apasionada entre un joven de dieciocho años, aprendiz de escritor, Varguitas o Marito y una hermana de su tía política, la tía Julia, divorciada y catorce años mayor que él. Lo que empieza como un juego galante se irá convirtiendo en una pasión prohibida que los enamorados deben ocultar tanto a la familia como a los conocidos en la Lima de los años cincuenta, dónde es impensable esta relación desigual. Pero cuando la familia los descubre, los enamorados deciden, pese a todo, casarse y para lograrlo Varguitas recurrirá a todos los ardides, desde buscar por todo Perú un juez que acceda a casarlos, hasta falsificar su partida de nacimiento mientras para mantener a su esposa conseguirá tener hasta cinco trabajos distintos. Por otra parte, se nos presenta el escritor de folletines, Pedro Camacho, personaje de mediana edad, estrafalario, grandilocuente y pagado de sí mismo, pero con una imaginación portentosa para los radioteatros y uno de los más logrados personajes de Mario Vargas Llosa, generándose, entre él y Marito que trabaja en la misma emisora de radio, una entrañable amistad. El amante de la gran literatura sentirá una gran admiración, teñida de envidia, por el redactor de radionovelas y el rítmo al que éste escribe, prepara a los locutores y emite los folletines; tanto es así que incluso se atreverá a pedirle consejos de amor cuando se cree traicionado. Por su parte, Pedro Camacho le trata con condescendencia y proteccionismo y se ofrece a escribirle una carta a su ingrata enamorada, la tía Julia. En tercer lugar, asistimos al desarrollo de los radioteatros del escribidor con sus truculencias, estereotipos, excesos y cursilerías características del género, aunque tomando siempre, por su autor, la distancia irónica indispensable para que no se vuelvan caricaturas. Pero al escribidor, agotado por la enorme cantidad de radionovelas que tiene que escribir, preparar a los locutores y lograr los efectos especiales adecuados para su transmisión en las ondas, su cabeza termina jugándole malas pasadas y, a medida que escribe, confundirá unas historias con otras, cambiando también  los nombres, caracteres y profesiones de los personajes, dando lugar a unos episodios divertidísimos aunque cada vez más enredados y confusos. La Tia Julia y el Escribidor nos muestra, de esta manera, la relación que tiene el propio Mario Vargas Llosa con el melodrama y la gran atracción que ejerce sobre él a pesar de las sonrisas y burlas con que el narrador cuenta las pasiones desaforadas y las intrigas de folletín. La propia historia de amor entre la tía Julia y Varguitas es truculenta y exagerada como cuando tienen que recorrer el centro del Perú de pueblo en pueblo hasta conseguir que un juez los case, o como cuando el padre del joven escritor  amenaza con una pistola a Javier, amigo de Marito, para que le diga dónde están los amantes. Si la propia vida está llena de truculencia y exageración no es menos cierto que la propia literatura contiene en sí muchos elementos melodramáticos, aquéllos de que gusta tanto Mario Vargas Llosa y que nosotros podemos disfrutar en esta novela.

1 comentario:

  1. Con el aire de radionovela, el autor no hace más que describir esas historias de amor enrevesadas y que pese a que querramos llamarlas "culebrones" o que querramos darles el clitche de ficticias, finalente son reales y forman parte de nuestras vidas cotidianas. ¿Quién no ha vivido una novela de amor o tiene en su recuerdo una de ellas?

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