lunes, 16 de enero de 2012

YO CONFIESO DE JAUME CABRÉ

Yo confieso es una monumental novela de Jaume Cabré, a la vez que una carta dirigida a la amada, una autobiografía, un conmovedor mea culpa de un hombre que se dedicó a estudiar y reflexionar sobre la historia de la cultura y de las ideas y, por encima de todo, sobre la naturaleza y razón del mal, pero que no supo vivir su propia vida y romper con los lazos asfixiantes del pasado y el legado de sus padres. Adriá Ardevol es, primero, un niño prodigio y luego un hombre sabio obsesionado por la historia de sus padres y por los manuscritos y objetos que constituyen su legado, entre ellos un misterioso violín storioni, adquirido por su padre de modo fraudulento y que se remonta a mil setecientos sesenta y cuatro. Adriá a través de varios relatos concatenados en los que mezcla recuerdos, indicios, hechos e imaginación, irá reconstruyendo la historia de sus padres, la relación entre ellos y el orígen del storioni, a la vez que las razones de Sara Voltes Espstein, el amor de su vida, para huir de él, porque toda la narración está encaminada a perpetuar, al menos en el relato, el nombre y la presencia de Sara. Estudioso y pensador, poseedor de una vasta biblioteca y dedicado también a coleccionar pergaminos y escritos antiguos que gracias a su prodigioso conocimiento de diferentes lenguas logra desentrañar, el protagonista convierte así en realidad el deseo de su padre de que fuese un erudito, a la vez que adquiere también su obsesión  por coleccionar objetos y escritos raros y valiosos y también pinturas como el cuadro del monasterio de Santa Maria de Gerri de Modest Urgell al que siempre ilumina el sol desde Trespui, tan evocador en los relatos de Adriá y en su propia vida. La narración se desarrolla en tiempos de la Barcelona franquista, mientras estallaba la guerra por toda Europa, cuando la hipocresía era moneda corriente de cambio de la que nadie se salvaba y la represión una costumbre que se exigía para poder seguir viviendo. Desde el principio, el narrador en primera persona se torna narrador omnisciente para remontarse a un pasado que no vivió pero que conoce o intuye, otorgando así inmediatez al relato a la vez que atrapa la atención del lector. Las dos principales narraciones secundarias adquieren especial relevancia para la historia principal como la referida al Tercer Reich que subraya la inhumanidad y crueldad de que hacían gala los oficiales alemanes para seleccionar a los presos judios que acabarían muriendo como ratas en Auschwitz, o los experimentos de los médicos nazis con niños judios a los que mutilaban para probar sobre ellos nuevas técnicas y medicamentos. De la narración de unos horrores que se perpetraban en nombre de la Patria y el Führer, Jaume Cabré pasa a continuación a través de otra narración a resaltar los que cometía en nombre de Dios y de la Santa Fé Católica y Apostólica la Santa Inquisición  Estas dos narraciones primero convergen en una sola y luego se van confundiendo en un mismo párrafo hasta acabar las dos en una misma línea indivisibles una de otra. Esta técnica utilizada por Cabré resalta así un mismo texto, un mismo credo, una misma religión contra natura en un universo enloquecido donde reina el horror de las pesadillas. Pero el autor nos muestra que la pesadilla no solo la vivían las víctimas sino también los verdugos que actuando al límite de su propia conciencia llegaban a execrar de su suerte como Bruno, un soldado nazi de treinta años, que ante la matanza que debe perpetrar, llevar a una niña de siete años a la cámara de gas,  prefiere suicidarse delante de sus superiores que le conminan a cumplir con su deber, con la esperanza de irse directamente al infierno, otro infierno más clemente que el terreno; aunque en general en estas historias sobre la crueldad que se ceba sobre seres inocentes, Jaume Cabré subraya que el matar en nombre de Dios o de la Patria no deja en los verdugos ningún resto de culpa, ningún sentimiento de compasión porque el matar por una idea les deshumaniza. Surgen en estas narraciones secundarias personajes perfectamente perfilados y controvertidos como el Inquisidor Nicolau Eimeric, Fray Miquel de Susqueda, su secretario, el Obersturmbanfürer Rudolf Höss, el doctor Voigt y Konrad Budden quien dedica sesenta años de su vida a intentar reparar lo que ha hecho aunque sabe que eso es imposible.  Al hilo de estos relatos, Adriá se dedica a reflexionar sobre el orígen y la naturaleza del mal (el núcleo de la novela y la idea principal) sobre si es inherente al ser humano o existe independientemente de él, siendo en este caso el hombre un mero instrumento. Ya que "hace tantos siglos que la crueldad está presente que la historia de la humanidad sería la historia de la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz y en cambio no ha sido así, porque precisamente ¿quién puede explicar Auschwitz? Pero la verdad de la experiencia vivida, la verdad acerca del mal no puede transmitirse en ningún estudio. Solo puede transmitirse por medio del arte, del artificio literario que es lo más próximo a la experiencia vivida". Por eso, y porque el dolor del protagonista es demasiado grande para poder contarlo, Adriá, el  narrador, después de la traición de Bernat, su mejor amigo, se adentra en un territorio, el de la ficción, del que no podrá salir, pasando a formar parte de una historia que no estaba previsto contar. Yo confieso es una novela monumental, que espero le compense ampliamente a Jaume Cabré los años invertidos en desarrollarla porque forma parte de los mejores libros de la década. Una delicia para los lectores.