jueves, 24 de abril de 2014

LITUMA EN LOS ANDES DE MARIO VARGAS LLOSA

Bajo la apariencia de una novela de intriga, Mario Vargas Llosa edifica un drama colectivo, de resonancias míticas, dónde cada uno de los personajes está infundido de extraordinaria e implacable vitalidad, en su afán por saber de sí mismo y del mundo que le rodea.
 
Retomando a uno de los personajes más legendarios de sus novelas anteriores, el autor vuelve a la ficción después de cinco años con un apasionante descenso en el mundo de la superstición y la violencia en Naceos, un pueblo de la cordillera peruana.
 
El cabo Lituma y su adjunto, Tomás Carreño destinados en un campamento militar en plena zona minera de las montañas del Perú se enfrentan a una serie de desapariciones inexplicables de campesinos de la región. La obsesión de ese enigma sin solución se suma a la atmósfera hostil de un mundo primitivo, en dónde se diluyen las fronteras entre lo animal y lo humano, y a la constante amenaza de los guerrilleros maoístas de Sendero Luminoso que en el desempeño de sus actividades se turnaban para hablar en español y en quechua. La revolución tenía un millón de ojos y un millón de oídos. Nadie podía actuar a ocultas del pueblo y librarse del castigo.
 
Consideraban que todos servían al gobierno títere que asesinaba campesinos, tiroteaba obreros, vendía el país al imperialismo y al revisionismo y trabajaba día y noche para que los ricos fueran más ricos y los pobres más pobres. Se turnaban y pacientes, explicaban los crímenes reales o virtuales que los sirvientes de un gobierno manchado de sangre hasta los tuétanos habían hecho a todos y a cada uno de los presentes, a sus hijos y a los descendientes de sus hijos. Los instruían y los alentaban a participar, a hablar sin temor de represalias, pues el brazo armado del pueblo les protegía. Al final, muchos se atrevían a salir al frente y señalar a los malos vecinos , a los malos parientes, a los malos amigos. Se enardecían al pronunciar sus discursos, les vibraba la voz recordando a los hijos que habían perdido, los animales muertos por la sequía y las plagas y como cada día había menos compradores, más hambre, más enfermos, más niños en el cementerio.
 
Ajusticiaban a los supuestos culpables poniéndoles de rodillas y apoyándoles la cabeza contra la pared. Los tenían bien sujetos mientras los vecinos les arrojaban piedras que recogían de la construcción. La milicia no participaba en las ejecuciones. No se disparaba un tiro, no se clavaba un cuchillo, sólo se usaban manos, piedras y garrotes. En cada región una veintena de hombres y mujeres eran juzgados, sentenciados, azotados o mutilados, obligados a devolver lo que habían adquirido indebidamente, a indemnizar a quienes habían hecho trabajar más de la cuenta o engañado con falsas promesas.
 
Pero los guerrilleros de Sendero Luminoso no son lo peor que pasa en las cordilleras andinas. En el pequeño pueblo de Naceos se llevan a cabo sacrificios humanos para aplacar a los "apus" de las montañas. En un clima de superstición y superchería se ejecutan horribles crímenes que por lo inverosímiles y el secretismo con que se realizan resultan impunes.
 
La violencia resulta imprescindible en esta novela de resonancias míticas, dónde nada parece seguro y nadie es lo que parece. El cabo Lituma y su ayudante, Tomás Carreño se dan de bruces con el mutismo y el silencio de los peones que construyen la carretera, todos saben un oscuro secreto, todos participan del misterio, los únicos ajenos a ello serán Lituma y su ayudante quien por las noches narra a Lituma las peripecias de su perdido amor piurano, el amor de su vida, -Mercedes- con quien vivió unos días espantosos huyendo de la justicia por haber matado a un narcotraficante.  Estos días a Tomás le resultaron inolvidables por haberlos pasado junto a Mercedes.
 
Un relato poderoso y conmovedor dónde Mario Vargas Llosa muestra su extraordinaria capacidad narrativa y nos ofrece su inigualable prosa que le valieron el Premio Planeta de España 1993.


lunes, 7 de abril de 2014

LA BODEGA DE VICENTE BLASCO IBAÑEZ

La Bodega es una novela naturalista al estilo de Zola que también escribió una obra del  mismo título.
 
Vicente Blasco Ibáñez narra en esta novela la vida miserable de los jornaleros y gañanes de Jerez, siempre encorvados sobre la vid de sol a sol, por dos míseros reales de jornal,  y tres raciones de pan al día sin ninguna esperanza de mejorar su suerte. Una esclavitud azuzada por el hambre que les agota toda su fuerza y vigor, y que debido a la mala alimentación a los treinta o treinta y cinco años parece que tuvieran cincuenta no siendo contratados entonces y prefiriendo los dueños de las viñas  a los muchachos y muchachas muy jóvenes para seguir explotando lo único que tienen: su salud y juventud.
 
Se centra la historia en Fermín Montenegro, su padre, su hermana, Rafael su novio y Fernando Salvatierra y las relaciones que mantienen con los amos y señores, los poderosos Dupont.
 
Fermín hace quince años que trabaja en la Bodega de Dupont donde comenzó con pocos años para llevar cartas al correo y hacer recados. La Bodega es un negocio familiar que  comenzó en vida de Don Pablo, el segundo Dupont de la dinastía, el fundador del famoso cognac que abrió un nuevo horizonte al negocio de las bodegas, el padre de Dupont Hermanos, actuales reyes de un estado industrial formado por el esfuerzo y la buena suerte de tres generaciones.
 
Fernando Salvatierra es un republicano que ha dedicado su vida a luchar por los intereses de la clase obrera. Vuelve a Jerez después de ocho años de reclusión en un presidio del Norte de España, regresando modestamente, sin alarde alguno como si los años pasados hubiesen transcurrido en un viaje de recreo. Sus adversarios le consideran un santo laico. Fernando se conmovía con el llanto de un niño: Desprovisto de todo egoísmo no había acción que considerase indigna para auxiliar a los desgraciados y, sin embargo, su nombre producía escándalo y temor en los ricos; odiaba la violencia pero la predicaba a los de abajo como único medio de salvación. Con treinta céntimos tenía lo necesario para su subsistencia. Había decidido que mientras durase el desconcierto social y millones de seres perecieran lentamente por la escasez de alimentación él no tenía derecho a más.
 
Fermín Montenegro teme sin odiarlo a Pablo Dupont. Ve en él un enfermo, un degenerado capaz de las mayores extravagancias por su exaltación religiosa. Para Dupont el amo lo era por derecho divino como los antiguos reyes. No era tacaño en asuntos de dinero sino que se mostraba generoso en la remuneración de los servicios, aunque sin largueza. Tenía mucho de veleidoso e intermitente. Pero Pablo hacía gala de humildad y llegaba hasta el servilismo cuando algún sacerdote secular o los frailes de las diversas órdenes establecidas en Jerez le visitaban en su escritorio.
 
El padre de Fermín es capataz en las viñas de don Pablo. Había luchado por la causa de la República animado por Salvatierrra que era su mentor en estas aventuras. Salió mal librado, le cogieron y pasó muchos meses en el Hacho de Ceuta confundido con prisioneros carlistas e insurrectos cubanos, en un amontonamiento y una miseria de los que aún se acordaba con horror después de tantos años. Pero lo peor estaba por llegar. Cuando salió de la cárcel no tenía trabajo y tuvo que dedicarse al contrabando para dar de comer a su mujer y a sus dos hijos. Fue una lucha constante y sin cuartel tratando de pasar desapercibidas sus pobres mercancías y jugándose constantemente la vida en el intento, por lo que su vida actual como capataz le parece el paraíso.
 
Luis Dupont, el primo de don Pablo es un señorito que dilapida su fortuna en juergas y francachelas subidas de tono  en las que arrastra en pos de sí a los gañanes y jornaleros, sobre todo a las muchachas de sus viñas y   donde corre con abundancia el vino de la bodega. Ha jugado de niño con los hijos de Fermín Montenegro en plano de igualdad y  todavía Fermín y María, su hermana,  le tratan con familiaridad pero sin olvidar nunca que es el amo.
 
Rafael mantiene con María un largo noviazgo tras la consabida reja de la cancela. Aunque cariñosa, María por pudorosa y virtuosa no permite a Rafael ningún acercamiento, ni tan siquiera un simple beso. Rafael, enamorado, consiente a todo lo que diga su novia con tal de tenerla contenta y que no se enfade. Pero un día de juerga, Luis Dupont obliga a María a beber gran cantidad del vino bueno de la bodega y aprovechando su aturdimiento la viola. La muchacha a la mañana siguiente decide romper con su novio "para no hacerle desgraciado" y le dice que la relación ha terminado.
 
Estas son las premisas que plantea Vicente Blasco Ibáñez para desencadenar la tragedia que será doble: la de la familia Montenegro y el desenlace de una larga huelga que asola a Jerez durante semanas y que tendrá un final fatídico. A pesar de todo, el autor deja entrever al final de su obra cierta nota de esperanza.