jueves, 30 de abril de 2015

MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MÍ

Dice Javier Marías que este libro habla, entre otras cosas, del engaño y dicha afirmación es cierta, pues el engaño y las mentiras centran la trama argumental de esta novela, aunque encontramos en ella otros muchos aspectos que conforman la complejidad de nuestras vidas: la infidelidad, la falta de comunicación, los requiebros de la vida, la soledad, etc. Sin embargo, la ocultación de la verdad y las consecuencias que ello puede desencadenar sin que lo esperemos son el epicentro de esta obra, que nos recuerda a otras en las que Marías juega con los secretos no revelados -que tiñen los corazones blancos- y las implicaciones que a veces arrastra esa falta de sinceridad.

El comienzo de la novela es memorable, como casi todos los de este autor:

"Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que vaya a morir en el momento más inadecuado, a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros".

La historia empieza cuando el protagonista, Víctor Francés, se encuentra cenando en casa de una mujer casada cuyo marido esa noche está ausente y, después del consabido coqueteo, cuando ambos se hayan a punto de consumar el adulterio, ella muere de forma repentina en sus brazos.

La vida de Víctor cambiará entonces de forma radical. Llevará esa muerte sobre su espalda, aunque él no fuera responsable de la misma, y tratará de penetrar en el entorno de la malograda mujer, con el fin de averiguar qué pasó luego, cómo reaccionó el marido ausente, la hermana menor y el padre destrozado. Y qué fue de su hijo, el niño pequeño que fue además el único testigo de su aventura mal terminada. En este camino conoceremos a los curiosos personajes que rodean al protagonista, entre los que se encuentra una figura enigmática con claras connotaciones juancarlistas, denominado el Unico o el Only the Lonely.

La anécdota es perfecta. Un entramado racional que no admite réplica. La narrativa de Javier Marías en ese sentido resulta altamente convincente. Sabe  afinar las cuerdas de la intriga para crear la tensión suficiente que ha de sostener el relato La vinculación de Víctor con el padre de Marta (Juan Téllez) es otro acierta de composición, aunque rebuscada, verosímil.

Toda la novela esta narrada en primera persona lo que nos acerca a la interioridad de Víctor quien al igual que los otros protagonistas del universo de este autor, no deja de reflexionar sobre todo lo que le acontece, hasta alejarse durante varias líneas e incluso páginas enteras de la trama argumental en que vive atrapado. Me encantan estas disgresiones de Marías, pues en muchas de ellas nos topamos con pensamientos y  frases que podrían ser nuestros y que compartimos por su cercanía y su rotunda certeza. Sólo que nadie como él para deslizarlos con maestría entre los surcos de la novela.

El desenlace de la historia es inesperado y en cierta forma nos golpea como un mazazo. Una conversación entre el marido viudo y Víctor desvelará un secreto y un camino que podría haber sido otro, si nuestro protagonista no hubiese callado lo que aconteció aquella noche en que una bella mujer murió en sus brazos.

Marías juega aquí con las hipótesis, esas preguntas que a veces nos formulamos empezando por un ¿y si....? Con ello, intenta mostrarnos que nuestros comportamientos y actitudes nos guían a través de una serie de encrucijadas, dejando atrás senderos sin explorar, que podrían habernos conducido a destinos bien distintos de los alcanzados en nuestro recorrido vital. Al decidir cerramos un camino y abrimos otro. De eso trata el vivir al fin y al cabo, de elegir puertas y abrirlas, olvidándonos de las que se nos quedaron atrás sin siquiera mirar por el ojo de la cerradura.

Creo que los amantes de Marías disfrutarán este libro, y para los que nunca lo hayáis leído es altamente recomendable. Encontraréis en él a un gran escritor, con un estilo muy personal que deja una huella profunda tras su lectura. Una huella imborrab le.



CORAZÓN TAN BLANCO DE JAVIER MARÍAS

En el acto II de Macbeth el protagonista de la tragedia acaba de cumplir uno de sus asesinatos. Siente miedo de su crimen y una vez más lady Macbeth increpa al cobarde: ella lleva las manos tintas en sangre, igual que las de su marido, pero se avergonzaría de tener "el corazón tan blanco" como el de su indeciso esposo. Es el final de la escena segunda de la que Javier Marías ha tomado un lema "(Corazón tan Blanco") que valdrá para algún personaje de su novela: por su indecisión, por su cobardía, por su temor a su propia maldad.

La novela de Marías es una gran novela. El argumento es válido porque mantiene un apasionado interés que no decae, pero es también una teoría de formalizaciones que la hacen ser de un valor singular. Estamos en una cuestión que se nos suscita mil veces y que nos suscitará otras mil: la cuestión de la forma. Y aquí sí que el mundo de los significantes es de una excepcional maestría. Porque el autor no cuenta, sino que hace: no es ésto u otro lo que debe caber dentro de sus propósitos; somos nosotros quienes nos introducimos en un relato apasionante y entendemos lo que es el "tempo lento" que el narrador se impone. "Tempo lento" que no aparece como una deliberada morosidad, sino que se va logrando por las exigencias a las que obliga un vivir, que puede ser trepidante. 

Aquí se nos plantea un primer motivo ¿Qué piensa el autor de lo que debe ser la novela? En un momento nos dice: "quizá sea ésto lo que nos lleva a leer novelas y crónicas, y a ver películas, la búsqueda de la analogía, del símbolo, la búsqueda del reconocimiento, no del conocimiento". Y con ésto sobre su cabal sentido el testimonio de Macbeth: hay una analogía con el personaje de Shakespeare o un símbolo que actúa sobre un vivir dispar, pero que permite reconocer acontecimientos muy discrepantes, como si hubiéramos encontrado el hilo que asocia las cuentas de aquel imaginario collar. Ha cobrado sentido la negación de un pertinaz silencio que, de pronto, aflora al reencontrarse con el conocimiento silenciado. Tal vez sea ésta la conducta de Ranz, sepultado como una laguna abisal por indicios personales o por denuncias ajenas.

Lo dijo Ortega hace muchos años: la novela es un género abierto. En él -o en ella-  no encontramos lo que se nos cuenta, sino que por indicios, intuimos lo que se nos oculta. Y ésta es una de las grandes maestrías de Javier Marías: parte de unas páginas espléndidas dónde está todo lo que van a ser las vidas de quienes protagonizan la historia: Más aún, aquel personaje bello y débil que se suicida, va a ser la mano del auriga que tiene las riendas de la cuádriga y las tensará o relajará conforme sea la exigencia del relato: "No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas cuando ya no era una niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados". Es todo y aquí está todo. 

Trescientas páginas para aclarar este suicidio. Se me dirá al deambular de unos pasos policiales y tendré que decir cuán abismalmente estamos de ello. Una novela policíaca es trepidante porque necesita contar cosas, muchas cosas para que el lector se sienta en una maraña de la que el autor le dejará salir. Pero aquí no. Se ha logrado un "tempo lento" en el que los resultados van brotando por su propia existencia y no por la imposición del demiurgo. Lo que tenemos es una estructura generosamente abierta en la que caben mil cosas de apariencia ajena al relato. De apariencia ajena, pero que van estructurando la propia condición de la novela. La novela es la vida misma, como el río que se despeña o las aguas que se remansan. 

No se trata de la historia de una pasión como serían las "nívolas" de Unamuno, sino la vida de lejos de un quehacer restringido. Leyendo Corazón tan Blanco pienso en Cervantes, en Galdós o en Baroja, no por parecido o vinculaciones, sino por la naturaleza de un arte extendido a un mundo en el que las puertas se han caído y entra un vendaval que viene de treinta y seis rumbos diferentes. Podríamos pensar en un cosmos acumulativo o en pluralidad de muchos inscritos en una estructura que los abarca a todos. Entonces, este relato al servicio de aclarar las causas de un suicidio, tiene también la necesidad de otras vidas que son otras tantas novelas diferentes: la aventura intuida en La Habana, la sátira del mundo de la traducción, la historia de Berta en Nueva York y cómo sustenta el rencor hacia el padre que acabaría en el descubrimiento de los móviles del suicidio.

Pero si la novela es plural en su propia realización, no podemos decir que no sea el demorado análisis psicológico que hubiera gustado a Unamuno. Hay personajes retratados de manera magistral, como aquel Ranz, tan poco grato, que "hablabla pausadamente, como solía, buscando algunas palabras con mucho cuidado, no tanto para ser preciso como para causar efecto y asegurarse de ser escuchado con atención. Acumular informes no sería difícil: unas veces porque el texto ajeno sirve de amparo a lo que se dice o porque la propia experiencia es motivo de meditación, o por consideraciones sobre la muerte, el valor de los actos o la capacidad de discernimiento, En otros casos, motivos trascendentes sobre las motivaciones del mundo o sobre el comportamiento de Berta nos sitúan ante una novela en la que poco cuentan las circunstancias para dejar paso a las turbulencias del ser interior. Una novela excelente.

viernes, 10 de abril de 2015

EL PESO DEL CORAZÓN DE ROSA MONTERO

En la última novela de Rosa Montero nos reencontramos con Bruna Husky, la peculiar detective privada que ya conocimos en Lágrimas en la Lluvia, aunque no es necesario haber leído ésta para iniciar el Peso del Corazón, ambas historias pueden ser leídas de manera independiente.

Ambientada principalmente en Madrid, en un futuro no tan lejano (año 2109), resulta muy curioso para el lector que conoce la ciudad leer sobre los cambios que han sufrido los lugares conocidos. Humanos y tecnohumanos conviven en los Estados Unidos de la Tierra. Bruna es una tecnohumana, una androide de combate singular, personaje ambiguo y complejo que vive obsesionada por la muerte y al que le cuesta manejar sus emociones.

Contratada para resolver un caso a primera vista sencillo, la detective Bruna Husky se enfrenta a una trama de corrupción internacional que amenaza con desestabilizar el frágil equilibrio entre una tierra convulsa y la dictadura religiosa del Reino de Labari.

En un futuro en el que la guerra está supuestamente erradicada, Bruna lucha contrarreloj por la libertad y en defensa de la vida, mientras asimila los sentimientos contradictorios que le produce hacerse cargo de una niña pequeña. Bruna Husky es una heroína extrema y fascinante, una superviviente capaz de todo, que se debate entre la fragilidad y la dureza, entre la autosuficiencia y la desesperada necesidad de cariño. Es una fiera atrapada en la cárcel de su corta vida, un tigre que va y viene ante los barrotes de su jaula "para que no se le escape el único y brevísimo instante de la salvación", como el felino de la bella frase de Elias Canetti. El Peso del Corazón es un thriller, una novela de aventuras política y ecológica, una historia de fantasía y ciencia ficción, un relato mítico, un cuento para adultos, una reflexión sobre la creación literaria, una metáfora sobre el peso de la vida y la oscuridad de la muerte...y una historia de amor

Bruna aparece permanentemente dividida entre su naturaleza replicante y sus pensamientos y sentimientos humanos. Parece no poder discernir o no ser capaz de resignarse a ser un producto creado por el ser humano, y también al lector le resultará imposible considerarla como un simple robot. Eso es precisamente lo que da fuerza al personaje, el hacernos partícipes de todas sus luchas interiores. Con ello, junto a su fuerte carácter y su tendencia a dejarse llevar por esos estallidos para los que está programada, y a reprimir aquéllos que cree que no debería tener, Bruna se convierte en una gran protagonista a la que seguimos sin pensar por ese mundo del siglo XXII, un mundo que pese a estar mucho más avanzado sigue teniendo sus miserias, en el que hay desfavorecidos, corruptos y asesinos exactamente igual que existen en el nuestro.

Además de la protagonista, excelentemente perfilada, el resto de personajes son igualmente sólidos y creíbles. En un mundo perfectamente ideado por la autora, en el que todo encaja y parece verosímil se se reproducen también los mismos problemas y desigualdades sociales que podemos encontrar hoy en día, lo que confiere al texto cierto contenido de crítica social.

Con un estilo ágil y una prosa fluida la trama atrapa de principio a fin. Una historia apasionante en la que la autora aúna magníficamente ciencia ficción, intriga y acción. Muy recomendable.

LA TEMPLANZA DE MARIA DUEÑAS

La Templanza se inicia en la década de 1860 cuando su protagonista, Mario Larrea ve peligrar la fortuna que durante tantos años le ha costado levantar trabajando duramente y con tesón en las minas mexicanas. Ahogado por las deudas y la incertidumbre, se traslada a la Habana, dónde espera encontrar nuevas oportunidades para prosperar y solventar su situación. En un inesperado giro del destino Larrea se verá obligado a enfrentar un reto de honor que se convierte en arriesgada apuesta. De ella resulta ganador de unas propiedades inmobiliarias en Jerez, entre las que se halla la Templanza, nombre con el que se conocen una bodega y una finca de viñas casi abandonadas. 

Trasladado a la ciudad andaluza, intentará pasar por indiano rico para vender cuanto antes aquellas propiedades. Pero no contaba que en su camino se cruzaría Soledad Montalvo, esposa de un marchante de vinos londinense y última descendiente de la familia bodeguera a la que en su día pertenecieron los terrenos. Una mujer envuelta en sinuosos claroscuros que ejerce sobre el minero una poderosa y contraproducente atracción.

Se pueden entresacar constantes autorales con las dos novelas precedentes, El Tiempo Entre Costuras y Misión Olvido, pues la Templanza también habla de viajes en busca de segundas oportunidades, de lazos familiares que marcan al individuo, del trabajo bien hecho y de golpes del destino que provocan altibajos radicales en la vida de las personas. Este último punto tiene tanta importancia en su nuevo libro que a veces trae a la mente la literatura del estadounidense Paul Auster, con el que por lo demás tiene poco que ver.

Pero se aprecia un notable esfuerzo por abrir caminos nuevos. Por ejemplo, Maria Dueñas parece haberse propuesto componer una obra opuesta a El Tiempro Entre Costuras, con protagonista por primera vez masculino, un indiano que recorre el camino justamente opuesto al de la ya legendaria Sara Quiroga. No se trata de una ingenua obligada a madurar por las desavenencias de la vida, sino de un veterano emigrante que, precisamente, desea ir hacia el otro lado y recuperar la ilusión de la época en la que estaba abriéndose camino.

Se llevan la palma las descripciones de ambientes, todos conseguidos, en especial los locales marginales de La Habana y las bodegas de Jerez. Abundan los pasajes memorables, como una incursión en compañía femenina a un archivo, o la decisiva competición de billar. Puede que Mauro Larrea, el personaje central, no despierte tanta fascinación como la aludida Quiroga o la profesora Blanca Perea de Misión Olvido, pero está bien construído y, por supuesto, también viene acompañado por memorables personajes secundarios, como el apoderado Elías Andrade, conciencia del protagonista, de presencia tan poderosa cuando no está en escena como cuando sí está, la decidida hija Mariana, el pusilánime Nicolás, la impredecible Carola Gorostiza, el banquero Julián Calafat, la emblemática Soledad Montalvo. La escritora logra siempre despertar el interés por todos y cada uno de ellos.

La trama tarda en arrancar, pues hasta la segunda mitad del libro, ya en España, no se sabe muy bien dónde quiere ir a parar la historia (en un juego de espejos, pues el propio Mauro Larrea tampoco sabe que hacer hasta entonces). A partir de ahí el relato, centrado en el origen del vino jerezano con los ingleses, resulta tan apasionante como fresco. Finalmente, el balance resulta positivo. Además Dueñas escribe con una prosa realmente trabajada y cautivadora aunque alguna construcción resulte repetitiva.