Jugadores no tiene la calidad literaria de White Noise, End Zone o Libra las tres novelas más impactantes de Don de Lillo; sin embargo, en Jugadores encontramos algunas de las constantes, de las obsesiones que configuran la singularidad del autor, desde el soporte estructural hasta el argumento.
Los protagonistas son Lyle y Pammy, una acomodada y joven pareja neoyorquina; modélica en el más amplio sentido de la palabra, pues no dejan de ser el fiel modelo de tantas otras, y al mismo tiempo, llevan una vida envidiable por lo desahogada. Lyle trabaja en la bolsa y Pammy en una empresa llamada "Consejo de Gestión de Duelo", situada en las torres gemelas. Sin embargo, han perdido la ilusión. Esa sensación de iniquidad se repite una y otra vez -tal vez de forma excesivamente explícita- en la primera parte de la obra. Pammy "detestaba su vida" y tampoco Lyle era mucho más feliz. Se pasa el día viendo la televisión, cambiando los canales en busca de algo que le libere de la tediosa rutina. Incluso el sexo, "actuar" se ha convertido en una actividad mecánica y rutinaria que necesariamente debe de formar parte de la convivencia como cualquier otra acción, lo importante era que Pammy "quedara satisfecha". Lyle se ponía "A su servicio" y "ambos harían esfuerzos para interactuar".
Todo cambia cuando un hombre es asesinado de forma extraña en el mismo parquet de la bolsa neoyorquina. Se trata de un grupo terrorista con el que Lyle entrará en contacto, llegando incluso a formar parte de la célula. Pammy confusa y desconcertada por la actitud de Lyle, decide emprender unas vacaciones con una pareja de amigos homosexuales. A partir de ese momento, la segunda parte de la obra, los dos protagonistas creen haber encontrado un nuevo sentido a sus vidas; sin embargo más pronto que tarde se aventura el retorno a la cotidianeidad. A fín de cuentas en el juego, ya se sabe, unas veces se gana y otras se pierde.
Don DeLillo aborda de forma clara y definitiva en esta novela una de sus principales preocupaciones como narrador: la tragedia personal como reflejo de la tragedia social (¿o será tal vez al revés?) En Underworld lo afirmado alcanza su expresión más gráfica, pero es en Jugadores donde lo plantea por primera vez en torno a una estructura que, si bien no podemos calificarla de fragmentada, sí que se plantea en torno a la fractura narrativa.
Resulta también significativo que tanto el tema como ciertas particularidadaes de la obra se antojen plenamente actuales, incluso pudiéramos pensar que DeLillo ha forzado el argumento en vista de los luctuosos sucesos que cambiaron la historia del mundo.
El diseño psicológico de los personajes, de los protagonistas, no es tan elaborado como en las novelas anteriormente mencionadas; tampoco resultan plenamente convincentes las acciones de algunos personajes como la tragedia final de Jack, uno de los homosexuales con los que viaja Pammy; sin embargo, sí que logra recrear de forma magistral el zeitgeist de las relaciones entre la pareja protagonista. Ellos, como nosotros, tal vez llegaron a entender que "No era nada malo sucumbir a unos cuantos sentimientos falseados".