martes, 17 de diciembre de 2013

LA VIDA DE LAS MUJERES DE ALICE MUNRO

La Vida de las Mujeres de la Premio Nobel Alice Munro narra de forma lírica y bucólica las vivencias de una niña y de su familia, Del Jordan, su paso de la niñez a la adolescencia y de allí a la edad adulta. Del nos narra su día a día, su relación con la familia, los vecinos y los amigos. A través de sus ojos observamos el mundo y compartimos el provecho que saca de lo que ve. Nuestra protagonista compadece la poquedad del padre, admira el arrojo de la madre y comprende que tarde o temprano llega el momento en que hay que elegir entre una risueña mediocridad -hogar, iglesia, matrimonio, hijos- y otras opciones más interesantes y arriesgadas.

Se manifiesta una línea divisoria muy marcada entre los trabajos de los hombres y los de las mujeres y cualquier amago de atravesar esa línea es recibido por ellas con una risa alegre asombrada y, a su pesar, desdeñosa.
 
Del cambia en verano el mundo de su madre, un mundo de preguntas serias y escépticas, de tareas domésticas interminables pero desatendidas, y de ideas inquietantes por el de sus tías, un mundo de trabajo, alegría, comodidad, orden y de compleja formalidad. La desaprobación de su madre era abierta e inconfundible, la de ellas consistía como si de pequeños cortes de navaja se tratase, de un modo desconcertante, en medio de la amabilidad. Tenían el don irlandés de la burla devastadora adornada de deferencia. No es que estuvieran en contra del talento pero lo que había que hacer, al parecer, era mantenerlo más o menos en secreto. La ambición las alarmaba porque su ambicioso plan era cortejar el fracaso y exponerte al ridículo era lo peor que podía pasarte en esta vida.
 
Del afronta la muerte con curiosidad y muchas preguntas pero con auténtico pavor. Advierte que siempre que la gente te dice que tendrás que afrontar algo algún día y te empuja con toda naturalidad hacia el dolor, la revelación no deseada o la obscenidad, en sus voces hay una nota de traición, un frio y mal disimulado júbilo, algo ávido de tu dolor. Y que esto ocurría sobre todo en los padres. Ya casi de adolescente buscará a Dios con avidez en las diferentes iglesias pero prefiere la anglicana a la iglesia unida donde ella fue bautizada. Sobre todo espera la confirmación de que existe Dios o alguna prueba divina personalizada.
 
Su incursión en el sexo es desapasionada y expectante y la actuación del hombre que la seduce, Clive Chamberlain, le parece fantástica y predeciblemente exagerada, como una danza india, extrayendo la conclusión de que la gente lleva consigo un montón de materia que no es dominada sino que tiene que ser golpeada para alcanzar el éxtasis, todo el persistente misterio y los oscuros recovecos de sí misma.
 
Alice Munro otorga a su novela elementos feministas en especial a través del carácter de la madre de Del: La señora Jordan es el centro de su vida; una mujer avanzada para su tiempo y entorno, enemiga de la religión, apasionada por saber e impetuosa pero a ella le parece ingenua e inocente sobre todo cuando hace bromas y cree tener éxito. Adora la independencia, puntos de vista y libertad masculinos. Ella quiere ser autosuficiente e independiente como los hombres pero al mismo tiempo desea ser amada y deseada. Sabe que las mujeres independientes y con puntos de vista propios como su madre son una minoría y se siente atrapada entre su afán de libertad y su vulnerabilidad, abandonada a su suerte. Los artículos de los periódicos y las revistas la ofenden por su profundo machismo como cuando sostienen: "Para una mujer todo es personal, ninguna idea tiene para ella interés por sí misma, ha de trasladarla a su propia experiencia; en las obras de arte siempre ve su propia vida o sus fantasías."
 
Con imaginación exaltada, Del figura un amante, una rendición voluptuosa, no a un hombre sino al destino, a la oscuridad y a la muerte. Se emociona con la ópera e imagina la otra rendición más tentadora más increíble aún que la rendición al sexo: la rendición del héroe del patriota de la protagonista de la ópera Carmen, a la importancia final de un gesto, de una imagen, del yo creado por sí mismo.
 
Ese descubrimiento será para nuestra protagonista también el de la vocación literaria, una suerte de llamada, de deber para con el mundo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Deñ afrpmta ña ,ierte cpm

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