jueves, 23 de octubre de 2014

EL INTENSO CALOR DE LA LUNA DE GIOCONDA BELLI

Tras dedicarse por entero a formar una familia, dejando atrás proyectos profesionales, Emma llega a la madurez de sus cuarenta y ocho años. Sus dos hijos ya se han marchado de casa y la relación con su marido ha perdido el encanto de los primeros años. Cuando su cuerpo de mujer atractiva y sensual muestra los primeros signos de cambio, Emma se angustia y teme perder los atributos de su feminidad. En medio de una vorágine de pensamientos negativos, un hecho fortuito la lleva a entrar en contacto con una realidad ajena a la suya, donde encuentra una inesperada pasión que cuestiona su apacible rutina y le descubre el gozo, la sexualidad y las posibilidades de realización en esta nueva etapa de su vida. Emma es, por tanto, un personaje flaubertiano que se rebela contra el papel que impone la sociedad a la mujer madura. Gioconda Belli explora la identidad femenina pasada la juventud, cuando la mujer debe ir más allá de los mitos que centran su valor en la belleza juvenil y la fertilidad, para descubrir un nuevo erotismo y el poder de ser ella misma.

Emma descubre que le llega la hora de ser más mujer, de ser sólo mujer, enteramente mujer, de vivir para sí misma y darse cuenta de que su poder no reside en bailar la danza del apareamiento, ni en tener las plumas más vistosas. Su capital, su mina de diamantes es el amor. Lo que las mujeres poseen en abundancia es una innata capacidad de dar y recibir amor. Practicar eso es lo que da poder a las mujeres porque los hombres necesitan ese intercambio.

Sin embargo, ellos han puesto los términos de quiénes deben  beneficiarse y en qué marco debe realizarse ese amor. La mujer que ocupa ese poder para sí misma es sospechosa, porque el amor aceptado, requerido de la mujer es el amor de la autonegación, del sacrificio, el amor que cede y no pide nada para sí. Por muchos avances que haya habido en el campo del trabajo, el campo del amor interpersonal sigue siendo regido por esos patrones. Unas veces el patrón es más flexible, más sofisticado, pero amar demasiado es una tendencia femenina. Por muy fuerte que sea la mujer se  le cuela la disposición a ponerse en segundo plano. 

Nos han condicionado para que el amor se comporte como debilidad, no como fuerza. La menopausia transforma las condiciones del amor. Una se vuelve más selectiva una vez que cesa el imperativo de la reproducción y eso le plantea al hombre un intercambio diferente, menos sumiso, más exigente.

En el Intenso Calor de la Luna Gioconda Belli también explora las diferentes clases sociales. Emma pertenece a la burguesía, Ernesto, su amante, al proletariado. Pero la igualdad es un mito. Siempre había unos que eran más iguales que otros. El fin de las revoluciones era acabar con el proletariado. Se hacía la revolución para que el proletariado se apropiara de lo que poseía la burguesía, no para hacer apología de la pobreza. Llegados al poder muchos no tenían empacho en aprovecharse, repetir el ciclo y justificarlo con otro discurso.

Ernesto recuerda acudir a las plazas y las torres que armaban los adolescentes subiéndose unos sobre otros, la algarabía y alegría, la pasión de los discursos, pero no olvida la desesperación en el barrio cuando mataban a los muchachos y llegaban los ataúdes y había que ir a los velatorios. En el recuerdo surgen imágenes del recorrido: las ventas desabastecidas, mujeres de luto, las velas en las noches de largos apagones, la desilusión creciente de su madre lamentado que le tocara vivir de nuevo lo mismo que pensó no sucedería más, lo que juraron no se repetiría una vez que triunfara la revolución. 

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