martes, 21 de febrero de 2012

EL PRINCIPITO DE ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

El Principito es un libro lleno de magia e imaginación, aunque su mensaje, algo confuso, no ha dejado de maravillar a millares de lectores. Se debe aclarar que el Principito no es un libro para niños, aunque como los libros de Lewis Carroll, fue "expresamente" hecho para niños. Pero parece que el mensaje del libro se dirige a personas de cierta edad que puedan ser capaces de analizar las relaciones de amor y amistad que se deslizan en su subtexto. Una explicación banal reduciría el libro a una fábula moral: los niños que aún no han perdido la inocencia, son capaces de de comprender las verdades de este mundo mejor que los adultos. Sin embargo, todos los relatos de Saint-Exupéry son más una búsqueda del significado de la vida: dentro de una metafísica abstracta, algo confusa, los personajes buscan y/o encuentran una dirección: su estrella; y expresan una filosofía individualista. Pero tampoco deja de ser la expresión de una moral humanista, aunque no se debe seguir abusando de la metáfora en busca de un significado, el entretejido de los símbolos de este libro apasionado permanece indescifrable, y es mejor que se mantenga así.
El Principito narra la aventura de un piloto cuyo avión ha sufrido una avería y se halla en pleno desierto del Sahara, a miles de kilómetros de un lugar habitado, en una situación límite de vida o muerte. En ese momento encuentra a un pequeño ser extraterreno de aspecto humano, el Principito. La conversación entre los dos personajes se desarrolla sobre el telón de fondo de una situación de vida o muerte, y algunos críticos han querido ver un diálogo entre el ser adulto y su antiguo "ser" niño, con una mecánica dialéctica que se inicia cuando el Principito plantea su primera exigencia: "Dibújame un cordero". En los primeros nueve capítulos el punto de vista del narrador oscila de la tercera a la primera persona.
Nos enteramos que el Principito habita el planeta B612, del tamaño de una casa, que tiene tres volcanes (uno inactivo) y una rosa. El "niño" ocupa su tiempo arrancando los baobads que intentan echar raíces y pueden destruir el planeta. El Principito ama a su rosa, pero ésta es caprichosa, a veces intratable, y cuando nuestro héroe siente no ser correspondido inicia un viaje -con un estilo que recuerda al de Voltaire- para conocer el resto del universo, visitando otros seis asteroides. Allí conoce una serie de personajes curiosos, con los que entabla conversación: el rey, el vanidoso, el borracho, el hombre de negocios, el farolero y el geógrafo. Y por último, se dirige a la Tierra. Allí conoce y hace amistad con un zorro, con lo cual comienza el capítulo XVI y el punto de vista cambia a tercera persona.
Aquí estamos ante la escena más emotiva: el zorro pide al niño que lo "domestique", una forma de establecer una relación de dependencia entre ambos. Entonces el Principito advierte que su flor lo ha domesticado, le ha hecho creer que ella es la única en el universo, convicción que se refuerza al encontrar un jardín de flores iguales a "su" rosa. Y, en este tono surrealista, el zorro le confía un secreto que sintetiza de alguna manera el mensaje de la novela: "Lo esencial es invisible a los ojos"... para luego agregar: "Es el tiempo que has perdido con tu rosa lo que la hace tan importante".
Devorado por la ansiedad y el deseo de regresar a su propio planeta, el Principito se deja alcanzar por un rayo y muere (o se desvanece en la noche), después de haber consolado, bien o mal al piloto que se había unido al pequeño personaje.
El Principito está tejido con esos hilos invisibles que apenas separan lo que es el cuento de la poesía. Un libro repleto de significados, muchos ocultos, otros obvios, siempre interesante.


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