martes, 21 de febrero de 2012

LA SEÑORITA DE TACNA/ KATHIE Y EL HIPOPÓTAMO DE MARIO VARGAS LLOSA

En la Señorita de Tacna Mario Vargas LLosa vuelve al punto recurrente en su escritura: Cómo nace la ficción y reflexiona sobre ello. Esta obra de teatro cuenta de qué manera nacen las historias así como su necesidad en la vida del individuo y como forma de sobrellevar la vida.
El cuento, la ficción, gozan de aquello que la vida vivida siempre carece: un orden, una coherencia, una perspectiva, un tiempo cerrado que permite determinar la jerarquía de las cosas y de los hechos, el valor de las personas, los efectos y las causas.
Para conocer lo que somos, como individuos y como pueblos, no tenemos otro recurso que salir de nosotros mismos y, ayudados por la memoria y la imaginación, proyectarnos en la ficción. Así lo hace Belisario que recurre a sus recuerdos para crear una historia. Resucita así a sus abuelos, a sus tíos, a su madre y, sobre todo, a la Mamaé, esa abuela postiza pero entrañable que le cuidó de niño y al amparo de cuyos relatos Belisario sintió, por primera vez, la vocación de ser escritor. Ahonda pues en el pasado de la Mamaé, en cómo anuló su boda en vísperas de celebrarse al darse cuenta de que su novio le era infiel y tenía una amante. La Mamaé decide no casarse nunca  y se dedica a ser una segunda madre de los hijos de su prima Carmen que la trata como a una hermana y de cuyo marido está secretamente enamorada.
Belisario no se acuerda de todo, es más, hay cosas que no sabe, pero va construyendo su historia y supliendo con imaginación lo que le falta al recuerdo para construir su ficción. En otro orden de cosas La Señorita de Tacna se ocupa de temas como la vejez, la familia, el orgullo, el destino individual pero vuelve una y otra vez a su tema recurrente: la manera en que nacen las historias, la manera como el arte de mentir que es el del cuento es también, asombrosamente, el de comunicar una recóndita verdad humana ya que el cuento es una de las escasas formas -quizá la única- capaz de expresar esa unidad que es el hombre que vive y el que sueña, el de la realidad y el de los deseos.
En Kathie y el Hipopótamo asistimos a una obra que transgrede los límites convencionales de la normalidad y ocurre en el mundo objetivo y en el subjetivo como si fueran uno sólo, moviéndose con entera libertad en una y otra dirección.
Mediante las técnicas combinadas del humor, el suspense y el melodrama lleva al espectador a aceptar la confusión de órdenes separados de la realidad: lo visible y lo invisible, lo sucedido y lo soñado, el presente y el ayer. La vida objetiva se impregna de subjetividad y la vida subjetiva adquiere la concreción física y temporal de lo objetivo. Los seres de carne y hueso tornan a su, en cierto modo, irrealidad y los fantasmas tornan a ser seres de carne y hueso. El tema central de Kathie y el Hipopótamo es, quizá, la naturaleza del teatro en particular y la de la ficción en general. Mario Vargas Llosa reflexiona aquí también en cómo la ficción se nutre y elabora tanto de la propia experiencia como de los deseos insatisfechos e inconfesables a los que la imaginación torna en ficción. Para hacerlo se vale de unos personajes a ratos reales y otros fantasmales, prodúctos del subconsciente, que hace brotar los deseos más reprimidos y ocultos, esos deseos no conocidos incluso por aquél que los experimenta y que sólo salen a la luz a través de la ficción. Surgen así unos personajes complejos, poliédricos, con múltiples aspectos que desconciertan, atraen y repelen al espectador.

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