Las Ratas fue galardonado con el Premio de la Crítica de Narrativa Castellana 1963. Es uno de los libros en que mejor ha reflejado Delibes el drama de la Castilla rural, de una Castilla que no obstante rezuma grandeza en su misma miseria.
Muerte, infancia, naturaleza y prójimo aparecen simultáneamente tratados en Las Ratas: Un niño que vive en contacto directo con la naturaleza, unos hombres unidos ante la adversidad, la muerte violenta; los grandes motivos de Miguel Delibes se muestran en este drama de la Castilla rural.
Las Ratas es la novela de una colectividad, la que forman los vecinos de un mísero pueblo castellano que saben que su subsistencia no depende solo de su trabajo, sino de unas condiciones climatológicas que ellos no pueden controlar. Pero sería ingenuo buscar la clave del fracaso de esta comunidad campesina en las consecuencias de un pedrisco o de una helada a destiempo. La clave más profunda ha de buscarse en la propia estructura socioeconómica del pueblo, en el reparto profundamente desigual de la riqueza.
Las Ratas es una novela de denuncia y sería incompleta una lectura que atendiese únicamente a sus valores estéticos o al desenlace de una trama, por otro lado, apenas existente. Son claros los motivos que llevaron a su autor a plantear en forma de estructura novelesca lo que de otro modo nunca le hubiera sido permitido decir. El fracaso de la colectividad tiene causas muy reales y esas son las que Delibes, sin hacerlas explícitas claramente pero sí sugiriendo, haciendo leer entre líneas, trata de apuntar en esta novela.
Para el desvelamiento de las razones profundas que llevan al fracaso de esta comunidad rural se contraponen en la novela tres grupos o sistemas sociales. En primer lugar "la máquina estatal burocratizada", un sistema que tiene su principal representante en Fito Solórzano, el Gobernador, y cuyo nexo de unión con la colectividad es Justito, el Alcalde, un personaje que participa de las características que Delibes da a ambos sistemas (tratamiento irónico que se corresponde con el caricaturesco dado al Gobernador, pero también amante de su tierra como el resto de sus convecinos).
Un segundo sistema social es el representado por los vecinos del pueblo, unas treinta y cinco familias que viven de la tierra pero tienen distinta manera de aproximación y de relación con ella: desde don Antero, el terrateniente, que cuenta con empleados fijos, hasta los pequeños propietarios que cultivan directamente su escasa tierra o la que tienen en arriendo. Por último, frente y junto a ellos, el tercer grupo social está constituído por el clan familiar de el Ratero, símbolo del individuo libre, asocial y primitivo, en oposición al primer grupo pero en armónica convivencia con el segundo.
De entre la galería de personajes que pueblan Las Ratas destaca, sin duda el Nini, un niño sabio, al que le corresponde el papel de aglutinar las diferentes anécdotas y situaciones que constituyen el contenido de la obra, así como establecer puntos de contacto entre los variados personajes que desfilan por ella.
El Nini tiene también una importante función simbólica. Este niño de entre diez y doce años además de ser una especie de maestro de la comunidad, aparece desde el comienzo de la novela rodeado de claras reminiscencias religiosas. Especialmente relevante resulta a este respecto la cita evangélica con que abre Delibes su novela, o el hecho de que a algunos de sus convecinos les recuerde a Jesús entre los doctores. Constantemente se alude a su grave aplomo, a su ciencia infusa y a su hablar sentencioso.
Este niño es un producto de las leyes biológicas no reguladas socialmente. Hijo de hermanos, personaje solitario que se relacione con los adultos y no con los niños de su edad, tiene como única compañera a su perra Fa y su ocupación consiste en recorrer el pueblo y sus alrededores avisando a sus vecinos de los signos que observa en la naturaleza.
El Nini es requerido por todos los vecinos que le consideran el más capaz de realizar determinadas tareas: eliminar los zánganos de una colmena, capar un marrano, seleccionar los conejos defectuosos, separar la gallina de sus polluelos, etc.
Curioso, de espíritu observador, amante de la tierra y de los animales, el Nini ha aprendido cuanto sabe del magisterio de cuatro personajes importantes en su vida: su abuelo Abundio le ha instruído en el arte de podar; su abuelo Román le ha transmitido todo tipo de conocimientos sobre las liebres; de la abuela Iluminada ha aprendido los secretos de la matanza. Pero muchos de los conocimientos del Nini proceden del Centenario: un hombre de experiencia que sabía mucho de todas las cosas, hablaba por refranes y conocía al dedillo el santo de cada día. En sus charlas con el tío Rufo aprendió el niño a relacionar el tiempo con el calendario, el campo con el Santoral y a predecir los días de sol, la llegada de las golondrinas y las heladas tardías.
Es un ser receptivo que está a gusto consigo mismo siendo como es, que sabe gozar del espectáculo que ofrece continuamente la naturaleza, ríe contemplando a los conejos rebozados de luna y disfruta cuidando de un zorrito que se se ha ido a vivir con él a la cueva.
Junto al personaje del Nini emerge con fuerza el de su padre, el Ratero, un tipo marginado, producto puro de la naturaleza, ajeno a todo sistema de leyes, rudo y primitivo. Hombre de un marcado individualismo, el Ratero se siente acosado por quienes pretenden arrebatarle sus únicas posesiones: el Nini, la cueva, y las ratas. Así discutirá con doña Resu empeñada en hacer del niño un hombre de provecho, se enfrentará al alcalde que intenta por todos los medios que abandone la cueva porque así se lo ha prometido a su amigo el Gobernador y acabará dando muerte al ratero del pueblo vecino que se ha adentrado en lo que él considera como su territorio.
En clara correspondencia con el ciclo agrícola que se novela en la obra, las Ratas presenta una estructura circular cerrada. Al comienzo de la novela el Nini observa la cuenca desde la cueva y baja al pueblo. El final es de nueva una imagen del pueblo visto por el chiquillo cuando se dispone a hacer el camino de regreso a la cueva tras el asesinato del que ha sido testigo. Pero el signo más evidente de este tiempo circular repetitivo es la figura de la señora Clo, barriendo los dos peldaños de cemento que dan acceso al estanco y la referencia al cartel de los quintos que el Nini ve al comienzo del relato.
La misma acción, enunciada casi con las mismas palabras cierra la novela cuando ya el ciclo agrario ha terminado en tragedia y, sin embargo, todo parece seguir igual, como si nada hubiera cambiado en la vida de estos labradores condenados a repetir gestos, trabajos y esperanzas.